Julio diciembre, 2017
Vol. 1, No. 2
ISSN 2602-8247
http://retosdelacienciaec.com
mcrevistas@gmail.com
SAUSSURE: LOS CONCEPTOS QUE PERMITIERON EL
PASO DE UNA TEORÍA DEL LENGUAJE A UNA
CIENCIA DEL LENGUAJE
SAUSSURE: THE CONCEPTS THAT ALLOWED THE
PASSAGE FROM LANGUAGE THEORY TO
LANGUAGE SCIENCE
Marco Ricardo Pante
1
Recibido: 2017-01-08 / Revisado: 2017-03-22 / Aceptado: 2017-05-07 / Publicado: 2017-07-01
RESUMEN
Saussure, propone la teoría de las dicotomías y desarrolla su estudio sobre
el lenguaje como una facultad alojada en la mente del ser humano, la misma
tiene un origen social con amplios desarrollos en el habla. Como se señala en
el curso de Lingüística General (1995), “el lenguaje es multiforme y heteróclito,
a la vez físico, fisiológico y psíquico; pertenece además al dominio individual y
al dominio social. Se trata de una investigación cualitativa de modalidad
documental, realizada en función de la nea temporal dada, en la
determinación del lenguaje como ciencia. Los resultados demuestran que el
Lenguaje, deja de ser considerado disciplina como en tiempos pasados, y se
instituye como ciencia.
Palabras clave: epistemología, lingüística, concepto, sujeto epistemológico,
sujeto del inconsciente.
ABSTRACT
Saussure proposes the dichotomies’ theory and develops his study of
language as a faculty located in human being’s mind which has a social origin
with broad developments in speech. As it is stated in General Linguistics course
(1995), "language is multiform and heteroclite, physical, physiological and
psychic at the same time. It also belongs to individual and social domains. This
research article is about qualitative investigation based on documentary
modality. It was carried out according to the given timeline, taking into account
language determination as science. The results show that Language is no
longer considered as a discipline as in the past, and it is established as a
science.
Keywords: epistemology, linguistics, concept, epistemological subject, subject
of the unconscious.
1
Magíster en Diseño y Gestión del Proyectos Educativos, Profesor en la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias de la
Educación de la Universidad Central del Ecuador, Ecuador. E-mail: ricardopante1@gmail.com
Forma sugerida de citar: Pante, M. (2017). Saussure: Los conceptos que permitieron el paso de una
teoría del lenguaje a una Ciencia del Lenguaje. Retos de la Ciencia, 1(2), pp. 58-70.
Marco Ricardo Pante
INTRODUCCIÓN
Debido a la cualidad multiforme del lenguaje, su estudio ha sido abordado a
lo largo de la historia desde diferentes perspectivas y corrientes
epistemológicas que sustentan el criterio de diversos estudiosos del tema. En
un principio el estudio de la lingüística se vio limitado a una concepción
empírica que simplificaba el proceso de adquisición del lenguaje a la
experiencia del sujeto, era necesario que investigaciones posteriores aborden
con mayor detalle la complejidad de dicho proceso y el papel activo del sujeto,
enmarcándolo en un enfoque positivista que permita concebirlo como ciencia.
El estudio histórico de la lingüística identifica dos paradigmas, por un lado el
ontológico basado en la subjetividad del individuo, utilizando al lenguaje para
determinar su situación en el mundo; y el otro mentalista que se contrapone a
lo ontológico al proporcionar un carácter objetivo al conocimiento, dejando atrás
la determinación de causas e identificando leyes que fundamentan el estudio
del lenguaje. Así, se reconoce la importancia de la razón del sujeto siendo su
conciencia la que establece los límites de la realidad a través de lenguaje.
Finalmente, estos estudios se profundizan con la teoría del estructuralismo,
representada principalmente por Saussure, misma que sostiene que el lenguaje
responde a un sistema de signos que posibilita la comunicación enmarcada en
contexto social específico y aceptado convencionalmente. La lingüística
estructural, entonces, se articula como ciencia por la necesidad epistemológica
de recrear las leyes que rigen el mundo de los signos del lenguaje.
La presente investigación tiene como objetivo identificar los conceptos que
permitieron el paso de una teoría del lenguaje a una ciencia del lenguaje,
profundizando en el enfoque estructuralista del reconocido como padre de la
lingüística, Saussure.
El desarrollo de este artículo será en líneas generales el siguiente: en
primera instancia se analizará la función de la lingüística en la epistemología
moderna, esclareciendo los paradigmas intervinientes en la concepción del
lenguaje como ciencia, se continuará especificando los sustentos y
contribuciones del paradigma ontológico de la Filosofía Griega y el paradigma
del mentalismo de la filosofía de la conciencia. Se finalizará con la exposición
del estructuralismo, paradigma de la lingüística, centrado en la búsqueda de
estructuras profundas y leyes universales que rigen la mente humana.
DESARROLLO
La función de la lingüística en la epistemología moderna
El desarrollo histórico de la lingüística desde la perspectiva teórica de la
filosofía del lenguaje, reconoce dos momentos paradigmáticos en la evolución
de la ciencia, el paradigma ontológico de la filosofía griega y el paradigma
mentalista de la filosofía de la conciencia moderna. En la actualidad, la
lingüística desempeña una función similar a la que desempeñó la ontología
para la “filosofía primera” de Aristóteles o la “filosofía trascendental” de Kant.
En la Modernidad, la preocupación por el lenguaje representa una inquietud
epistemológica para la constitución de la conciencia de la razón, es decir,
desde la experiencia del lenguaje es posible adentrarse a la comprensión de la
racionalidad contemporánea.
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En el siglo XX por ejemplo, la epistemología concibal lenguaje como una
doble realidad, la posibilidad y la validación del conocimiento sobre el mundo.
Los límites de la realidad se encuentran articuladas en la estructura sígnica del
código de comunicación de una comunidad humana. De ahí que, cuanto
significa el lenguaje implique una significación de lo que el mundo es y se
acontece.
El trabajo del “Círculo de Viena”, especialmente la obra de Bertrand Russell
y Ludwig Wittgenstein, atestigua un interés especial por los estudios del
lenguaje en el marco de reflexión de la ciencia positivista. La pregunta
ontológica sobre el origen del enunciado o la pregunta legal sobre la sintaxis
del modelo teórico componen una interrogación sobre los fundamentos
lingüísticos del conocimiento científico, que rompiendo con las estrecheces
lógicas del empirismo, reconstruyó los parámetros de comprensión de la
centralidad de la lingüística en el discurso de la razón de Occidente.
El paradigma ontológico
El paradigma ontológico de la lingüística reconstituye la subjetividad del
individuo que usa el lenguaje para dar cuenta de su situación en el mundo, en
otras palabras, entrega la imagen de lo que una sociedad espera sobre su
devenir y el horizonte de verdad sobre el que instala el sistema de sus
prácticas. El pensamiento griego que nació como crítica a la sofística y como
reestructuración de la “filosofía de la naturaleza” de los presocráticos hizo de la
teoría sobre la causa de las cosas el centro de gravedad de su reflexión.
El paradigma ontológico tiene como punto de partida el ser (el mundo). El
paradigma epistemológico cambia el fundamento de la filosofía. Ya no
parte del ser sino del sujeto cognoscente. Finalmente, la semiótica centra
su interés ya no exclusivamente en el ser ni exclusivamente en el sujeto,
sino que su punto de partida es lo que Parret denomina “función
semiótica”, “significanciao “semiosis”. La semiótica se presenta como un
nuevo paradigma porque aquello desde donde interpreta el mundo y el
sujeto es el uso significativo del lenguaje. El mundo entendido como el
conjunto de objetos y acontecimientos que poseen un sentido con
independencia del hombre- y el sujeto comprendido como el polo al que
está referido el mundo- suponen la intermediación significativa del
lenguaje. (Bertorello, 2008, p.57)
Al convertirse a la interioridad humana en el eje de reflexividad sobre el ser
de las cosas y del hombre, el lenguaje pasa a constituirse en el objeto
primordial de la especulación filosófica. Tanto en Fedro de Platón como en El
libro de las categorías de Aristóteles, el lenguaje ocupa un lugar importante
debido a que el conocimiento de su función a la hora de esclarecer las
posibilidades del logos, entendido éste como la superación racional del mythos
fundador de la cosmovisión griega, resulta incuestionable. El estudio del
lenguaje permite acercarse al conocimiento de los principios que ordenan el
mundo. Destruidos los dioses y los relatos de la literatura, la ciencia del
lenguaje se transforma en el palimpsesto de una experiencia civilizatoria que
tornó la imagen en palabra. Por tanto, la filosofía griega clásica dispuso de
cuatro nociones para dar cuenta de la esencia de la comunicación humana: el
nombre, el signo y el símbolo, el concepto y el logos.
El paradigma del mentalismo de la filosofía de la conciencia
La filosofía de la conciencia constituye, en opinión de Gómez (2009), uno de
los paradigmas fundamentales de la filosofía de Occidente, iniciada con el
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cogito de Descartes, contrasta con la filosofía clásica por el rol que se asigna a
la objetividad de conocimiento. Del conocimiento de las causas se pasa al
conocimiento de las leyes. El principio de legalidad de la nueva filosofía hace
de la ratio el fundamento articulador de la práctica investigativa, que alimentó la
revolución copernicana, gracias a un proceso de matematización de la filosofía.
La filosofía moderna puede dejarse englobar, en una de sus
líneas fundamentales, bajo el denominado paradigma de la
“filosofía de la conciencia”, aun cuando lo primero, quizá, que se
puede destacar es la pluralidad terminológica con que los
diversos autores se refieren a ese conjunto de desarrollos
filosóficos que, inaugurados por Descartes, alcanzan a Kant y,
de alguna manera, a Hegel-, pues tan pronto se habla de
filosofía de la conciencia como de filosofía de la reflexión o
filosofía de la subjetividad, de mentalismo o de monologismo, al
destacar, dentro de un aire de familia común, uno u otro de los
rasgos considerados más relevantes. (p.12)
Se habla de mentalismo, en este caso, porque desde Descartes la
filosofía se vuelve hacia el interior de la conciencia del sujeto. La razón,
comprendida como espacio de configuración de la objetividad del mundo,
instituye una marca de particularidad de la nueva metafísica, donde la
presencia del individuo, en correspondencia con la re-articulación del
sentido burgués de la existencia, instaura un principio ordenador de la
realidad basado en la racionalidad supuesta de la realidad. Así, la
posibilidad del conocimiento implica un proceso de investigación, que
restaura la función centralizadora de la razón. Dentro de este paradigma,
el lenguaje desempeña una función fundamental, debido a que permite la
manifestación del estado de la conciencia.
Esta función mediadora se pone de manifiesto en la
consideración del lenguaje como “expresión” de vivencias
subyacentes. Pero el ámbito auténtico de las vivencias es el
de los estados de la conciencia, el de lo mental, y ello
permite calificar de mentalismo a la concepción del lenguaje
y pensamiento entre objeto y significado, entre pensamiento
y representación. (Gómez, 2009, p.25)
Es decir, el lenguaje tiene un origen social cuya presencia en la
conciencia del sujeto lo sitúa en una posición ambivalente, que le permite
una representación convencional y arbitraria de la experiencia histórica de
la comunidad. Impone un sentido representacional sobre el orden de
cosas y de palabras que estructuran la racionalidad de una época y funda,
simultáneamente, los límites de lo real. Esta concepción del lenguaje y su
estudio fueron desarrollados de manera más clara y precisa por la obra de
Ferdinand de Saussure y el posterior estructuralismo.
El estructuralismo: paradigma de la lingüística
Para Claude Lévi-Strauss (1970) la riqueza y complejidad de las
ciencias humanas radica en el carácter cualitativo de su objeto, que en el
caso de la Lingüística es un hecho social, “pues el lenguaje no sólo
implica la vida en sociedad, también la funda”. (p.09) Al ser un sistema de
signos que permiten la comunicación humana, el lenguaje está
circunscrito a las convenciones de la sociedad que lo produce y
simultáneamente configura las leyes de su producción.
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Entre 1870 y 1920, dos ideas fundamentales se introdujeron en
este campo, primero bajo la influencia del ruso Beaudoin de
Courtenay, después bajo la del suizo Saussure: por un lado, el
lenguaje está compuesto por elementos discontinuos, los
fonemas; por otro, el análisis lingüístico permite obtener sistemas,
es decir conjuntos regidos por una ley de coherencia interna y en
los cuales, por consiguiente, los cambios que sobrevienen en una
parte provocan necesariamente otros que son pues previsibles. Es
sabido que, a través del pensamiento del ruso Trubetzkoy y la
obra internacional de sus continuadores (Jakobson, Benveniste,
Sapir, Bloomfield, Hjelmslev, Sommerfelt y muchos otros), estos
principios dieron origen a la lingüística estructural. Ésta se funda
en el carácter discontinuo de los elementos microscópicos de la
lengua, los fonemas (cuya primera definición hay que atribuir, sin
duda, a los gramáticos indios de la edad media), ante todo para
identificarlos, luego para determinar las leyes de su coexistencia
recíproca. Esas leyes presentan un grado de rigor enteramente
comparable a las leyes de correlación que encontramos en las
ciencias exactas y naturales. (p.10)
La lingüística estructural, entonces, se articula como ciencia por la
necesidad epistemológica de recrear las leyes que rigen el mundo de los
signos del lenguaje y un supuesto de verificación. Momento que se
inscribe en la filosofía de la ciencia positivista que, por la época, se había
establecido como el paradigma rector de la racionalidad científica. De
modo que, por ejemplo, la dicotomía saussureana lengua-habla puede
analizarse en términos analíticos a través de distintas técnicas y
dispositivos; mientras la lengua se corresponde a ‘interpretaciones
mecanicistas y estructurales’, el habla precisa del ‘cálculo de
probabilidades’. “Por primera vez en la historia de las ciencias humanas,
llega a ser posible, como en las ciencias exactas y naturales, montar
experiencias de laboratorio y verificar empíricamente las hipótesis”. (Lévi-
Strauss, 1970, p.11)
El estatuto científico atribuido a la lingüística, por la lógica técnica
especialmente matemática- utilizada para el análisis y descripción del
objeto, le permite pasar de una teoría a una ciencia del lenguaje. Es decir,
la lingüística se convirtió en ciencia cuando la comunidad científica, en un
momento de reorganización de sus prácticas y de sus investigaciones,
supone la necesidad de hacer pensable un hecho de la realidad, hasta
entonces considerado para-científico, y, por tanto, reinventa las lógicas de
producción y dilucidación de sus objetos. A este acontecimiento, Thomas
S. Kuhn (2004) lo denominó ‘revolución científica’, pue “rompen la
tradición a la que está ligada la actividad de la ciencia normal” (p.27).
Desde este sentido, el estructuralismo lingüístico fue un paradigma de
las ciencias del lenguaje, que al cambiar las reglas de la práctica científica
se constituyó en la unidad lógica-atómica de un campo del saber. Kuhn
(2004) afirma que “para ser aceptada como paradigma, una teoría debe
parecer mejor que sus competidoras; pero no necesita explicar y, en
efecto, nunca lo hace, los hechos que se puedan confrontar con ella”.
(p.44) En otras palabras, cuando el Curso de lingüística general (1945) de
Saussure inicia con la ‘Ojeada a la historia de la lingüística’, más que
afirmarse las fuentes, se demarcan los límites de las teorías anteriores y
se sitúa a la nueva teoría como la ‘ciencia de los hechos de la lengua’. A
Marco Ricardo Pante
diferencia de la ‘gramática normativa’, de la ‘filología’ y del
‘comparatismo’, la lingüística saussureana, de nivel descriptivo, se
preocupa por determinar “la naturaleza de su objeto de estudio” (p.31),
para luego procurarse un método.
La materia de la lingüística está constituida en primer lugar por
todas las manifestaciones del lenguaje humano, ya se trate de
pueblos salvajes o de naciones civilizadas, de épocas arcaicas,
clásicas o de decadencia, teniendo en cuenta, en cada período, no
solamente el lenguaje correcto y el “bien hablar”, sino todas las
formas de expresión (p.34).
Desde esta posición epistemológica, que crea un nuevo campo de
conocimientos ya que al articular y especificar las investigaciones de
toda una comunidad científica, se crea un período de ‘ciencia normal’, que
según Kuhn (2004), está encargada de solucionar todas las
ambigüedades del paradigma por medio de la aplicación y
experimentación de la teoría a fenómenos diversos derivados del
problema original (resolución de enigmas)-, hecho de ‘compromisos’
teóricos, metafísicos, metodológicos e instrumentales, la lingüística
estructural dirige la coherencia de la investigación científica.
La existencia de esta sólida red de compromisos conceptuales,
teóricos, instrumentales y metodológicos- es una fuente principal de
la metáfora que relaciona la ciencia normal con la resolución de
enigmas. Debido a que proporciona reglas que dicen, a quien
practica una especialidad madura, como son el mundo y su ciencia,
el científico puede concentrarse con seguridad en los problemas
esotéricos que le definen esas reglas y los conocimientos
existentes. Entonces, lo que constituye un reto para él es como
llegar a resolver el enigma residual. En ese y otros aspectos, una
discusión de los enigmas y de las reglas, se esclarece la naturaleza
de la práctica científica normal. (Kuhn, 2004, p.78)
Compromisos que Saussure comprendió como las tareas de la
lingüística. Entre las que destacó (1) la descripción e historia de las
familias lingüísticas, (2) el establecimiento de las leyes generales de los
fenómenos particulares y (3) la definición y delimitación de su racionalidad
científica. Tareas que luego fueron continuadas por la obra teórica de las
escuelas estructuralistas posteriores (Ginebra, Praga, Copenhague,
Francia). Según Milner (2003), por ejemplo, en 1928, con la presentación
de la fonología estructural, en el marco del Primer Congreso Internacional
de Lingüistas de La Haya, aparece el estructuralismo como el primer
programa de investigación lingüística. Programa que no terminaría sino
hasta Chomsky con Syntacic Structures (1957).
De manera que, la historia de la lingüística estructural es la historia del
desarrollo de una ciencia normal empresa acumulativa de
conocimientos-, que despliega los supuestos y conceptos instituidos por la
‘revolución científica’ en un periodo de larga duración, con el fin de
construir el cambio del ‘concepto del mundo’ de una comunidad científica,
debido a que nuevos campos de experiencia se abren a la visión del
investigador.
En síntesis, la lingüística de Saussure fue un paradigma científico de
las ciencias del lenguaje que matematizó sus métodos y revaluó el
carácter cualitativo del lenguaje, como hecho social que funda la
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socialidad humana. Georges Mounin (1984) asegura que instauró una
ruptura (una lingüística descriptiva y sincrónica), con respecto a los
estudios del lenguaje anteriores al siglo XX, debido a que ubicó a la
lingüística entre la psicología y la sociología, pero con su propia
autonomía, a razón de la especificidad del objeto de estudio: “Son otras
leyes, las de la lingüística descriptiva, las del funcionamiento del lenguaje,
con abstracción de todo movimiento de evolución, las que van a traer la
revolución en los estudios del siglo XX”. (p.227) La lingüística estructural
no tiene por objeto al lenguaje, sino a la lengua.
Despliegue del paradigma
Para Guilles Deleuze (1967), el estructuralismo es un momento de la
historia intelectual de la Modernidad heterogéneo, que agrupa a
pensadores de distintas ciencias como la sociología, la lingüística, el
psicoanálisis, el marxismo y la epistemología.
Son pensadores muy diferentes, de distintas generaciones, y
algunos de ellos han ejercido una influencia real sobre otros. Pero
lo principal es la extrema diversidad de los dominios que exploran.
Cada uno de ellos se ocupa de problemas, métodos o soluciones
que mantienen relaciones de analogía, como si participasen de una
misma atmósfera de la época, de un espíritu de los tiempos que se
determina en función de descubrimientos y creaciones singulares
en cada uno de esos dominios (p.01).
La propagación del estructuralismo, desde la lingüística a otros campos
de saber, no debe entenderse como una reducción metodológica de
analogía, según la cual métodos equivalentes posibilitan la visibilización
de distintas estructuras; por el contrario, la visibilidad de la estructura es
posible en la medida que el lenguaje la posibilita y la realiza. “Las propias
cosas tienen una estructura en la medida en que mantienen un discurso
silencioso, un lenguaje de signos”. (Deleuze, 1967)
El desarrollo del estructuralismo en las décadas del cuarenta y del
cincuenta, “acentuaba la búsqueda de modelo matemáticos cada vez más
desconectados del funcionamiento concreto del lenguaje” (Baylon y
Mignot, 1996). Sin embargo esta época estuvo marcada por el avance de
la antropología estructural de Claude Lévi-Strauss, a través del análisis de
los mitos. Lévi-Strauss expuso su método en 1958 en la obra
Antropología estructural. Al analizar los mitos como forma de lenguaje,
extiende el modelo lingüístico al campo de la antropología. Los mitos a
pesar de su diversidad pueden reducirse a variaciones dentro de
estructuras universales, cuando son combinados para conocer su sentido.
Para Lévi-Strauss.
Estas reglas combinatorias forman una especie de gramática que
permite ir más allá de la superficie del lenguaje para descubrir un conjunto
de relaciones, una lógica que constituye el “sentido de este mito. Esta
puesta de manifiesto de las relaciones sirve también para tratar los
sistemas totémicos o las relaciones de parentesco que se convierten en
“redes de comunicación”, en códigos que permiten transmitir mensajes”.
(Mattelart, 1997, p. 62)
El problema que plantea el análisis estructural tal como lo concibieron
Saussure y Lévi-Strauss es el trasfondo sustancialita y la consiguiente
visión determinista, platónica y a histórica que conlleva. Con el modelo
Marco Ricardo Pante
estructural Lévi- Strauss pretendía haber descubierto las estructuras
profundas y leyes universales de la mente humana: si un código puede
transformarse en otro es porque todos hacen referencia a una estructura
oculta o estructura de estructuras, que se identifica con el ‘espíritu
humano’.
El estructuralismo: conceptos fundamentales
Para Saussure, según Lévi-Strauss (1970), el lenguaje es un juego
combinatorio de signos. Desde esta concepción, se hace factible la
comprensión del proceso comunicativo, como un acontecimiento social
que funda la socialidad, pues el intercambio de mensajes comunicación
lingüística- es un fenómeno constituyente de la vida en sociedad del ser
humano. “Para ser más exactos, el lenguaje concierne a la lingüística bajo
su forma de condición de posibilidad material de la lengua y de las
lenguas; esto es lo que Saussure llama facultad de constituir una
lengua”. Esta facultad natural se realiza en formas observables, que son
las lenguas”. (Milner, 2003, p.27)
Sin embargo, Saussure no desarrolló ningún concepto de signo, razón
por la que Milner (2003) considera que en Saussure, no hay ninguna
teoría del signo.
Saussure no se pregunta qes un signo; el concepto es tratado
como un término primitivo que no se define; muy lejos de plantearse
una pregunta a su respecto, él permite responder a esta otra:
“¿Qué es un elemento lingüístico?”. Por esta razón no hay tipología
de signos, por eso mismo Saussure habla sistemáticamente no del
signo en general sino del signo lingüístico, por eso mismo presenta
como definición algo que no lo es sino que es más bien una
descripción, cuando no una convención terminológica: El signo
lingüístico es una entidad psíquica de dos caras (…) llamamos
signo a la combinación del concepto y la imagen acústica” (p.27).
Por tanto, los signos estructuran la vida social del ser humano, debido
a que entregan las estructuras de sentido de sus prácticas y de sus
subjetividades. El signo es un sistema compuesto por significante
(estímulo perceptible) y un significado (concepto). En la lengua cada signo
adquiere su significado y sentido a través de las relaciones de oposición
con otros signos, lo cual determina su posición, diferencia y valor. Es así
como la lingüística estructural se ocupa de la red de relaciones de los
signos propios de un sistema lingüístico, respondiendo de esta manera
más a las formas que a los contenidos.
Una constante básica en la historia del estructuralismo: comprender
el objeto, no en su apariencia sustancial sino en sus aspectos
relacionales: abandonar las sustancias para atenerse a las formas,
pero sin hipostasiar a estas últimas relegando los contenidos
(formalismo); más bien aceptando el 3carácter inescindible de la
entidad forma contenido en el seno de la trama de relaciones que
la constituye. (Sazbón, 1969).
La ruptura con los estudios del lenguaje anteriores a la lingüística
estructural se centra en la concepción del signo lingüístico. La concepción
de la lengua como ‘nomenclatura’ (un juego de etiquetas para designar
cosas o conceptos preexistentes) es criticable según Saussure porque
supone, precisamente, que las ideas preexisten a las palabras. Lo que
implicaría que el pensamiento es independiente y puede existir sin
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palabras. No es a para Saussure ya que las palabras delimitan
(articulan) la masa de pensamiento. Desde la perspectiva de Saussure, lo
que el signo lingüístico une no es una cosa (referente real) y un nombre,
sino un concepto y una imagen acústica. La imagen acústica no es el
sonido físico, sino una huella psíquica (esto resulta evidente cuando se
evoca mentalmente una palabra). Para Saussure "el signo lingüístico es
una entidad psíquica de dos caras" el significante y el significado.
Entonces Saussure llama ‘signo’ a la combinación del concepto y de la
imagen acústica, y esto es una entidad psíquica. Como en el uso corriente
la palabra ‘signo’ se usaba para designar solamente la imagen acústica,
Saussure propone conservar la palabra ‘signo’ para designar el conjunto,
y reemplaza ‘concepto’ por ‘significado’ e ‘imagen acústica’ por
‘significante’.
Saussure insiste en el carácter indisoluble de la relación entre
significado y significante, y lo compara con una hoja de papel, el concepto
es el anverso y la imagen acústica el reverso: no se puede cortar uno sin
cortar el otro. Como estos cortes varían según las lenguas infiere la
arbitrariedad del signo. El signo lingüístico posee dos caracteres
primordiales: la arbitrariedad del signo y el carácter lineal del significante.
Así, el lazo que une el significado con el significante es arbitrario, y ya
que el signo es resultante de la asociación de un significante y un
significado, Saussure (1945) enuncia que "el signo lingüístico es
arbitrario". Esto lo explica diciendo que la idea de ‘sur’ (el concepto o
significado ‘sur’) no está ligado por ninguna relación interior con la
secuencia de sonidos s-u-r que le sirve de significante, podría estar
representada por cualquier otra secuencia de sonidos, y expone como
prueba las diferencias entre las lenguas. La palabra arbitrario afirma-
tampoco debe dar idea de que el significante es elegido libremente por el
hablante, ya que todo medio de expresión recibido de una sociedad se
apoya en un hábito colectivo, es decir en una convención. Arbitrario
significa, en este contexto, "inmotivado", es decir que el significante no
tiene ninguna relación natural con el significado.
Si la arbitrariedad del signo se podría objetar por la existencia de
onomatopeyas y exclamaciones, Saussure explica que no solamente son
escasas en la lengua, sino que son imitaciones aproximadas. La
onomatopeya para el ladrido del perro es en francés "oua-oua" y en
español "guau-guau"; a la exclamación "ay!" del español corresponde
"au!" en alemán. El concepto saussureano de la arbitrariedad del signo ha
sido objeto de debate, y el recurso al ejemplo del “buey” en el que
Saussure relaciona un significado con distintos significantes ha suscitado
diversas críticas, ya que contradice la postura de Saussure acerca de que
las lenguas no son nomenclaturas, es decir que el signo lingüístico no une
un nombre y una cosa, a lo que se acercaría Saussure al postular un
significado general, estable e idéntico, al que corresponderían distintos
significantes en las distintas lenguas. Esto equivale a que el concepto
“buey” es una idea trascendente a las lenguas, y contrariamente Saussure
no admite ideas preexistentes a las lenguas.
Esa materialidad psíquica de la lengua no es innata sino adquirida
y su naturaleza es fundamentalmente social. La referencia a la
sociedad resulta, por cierto, global y muy poco explicativa, pero
Marco Ricardo Pante
Saussure parece haber pensado que existía o iba a existir en el
futuro una ciencia positiva de los hechos sociales. Vincular la
lingüística a ella era, pues, una manera de fundarla. (Milner, 2003,
p.26)
Para Émile Benveniste (1997), el concepto de arbitrariedad expuesto
por Saussure respecto a la naturaleza del signo lingüístico, le permite
introducir inconscientemente un referente real, ya que opera sobre una
organización de la vida social. Motivo por el cual, para Benveniste, la
relación entre significado y significante no es ‘arbitraria’ sino necesaria.
Significado y significante se imprimen juntos en la conciencia y se evocan
juntos en toda circunstancia, y esto es lo que el mismo Saussure había
expuesto con el ejemplo de la hoja de papel. Lo que es arbitrario para
Benveniste, en cambio, es que tal signo y no tal otro sea aplicado a un
elemento de la realidad y no a otro. Lo arbitrario o contingente que
puede ser o no ser- es la relación del signo con la realidad. Lo arbitrario
queda fuera del signo. Esto es así para el lingüista, ya que para el
hablante hay una adecuación completa entre el signo y la realidad.
Sin embargo, el concepto saussureano de la arbitrariedad del signo
supone, a su vez, la inmutabilidad y la mutabilidad del signo lingüístico. El
primero se configura por la naturaleza sincrónica de la lengua, y el
segundo por su naturaleza diacrónica. La primera se refiere a la
contingencia social que hace de la arbitrariedad una convención. La
lengua es un producto heredado de las generaciones precedentes, esto
hace imposible todo cambio ‘general y súbito’ en el sistema. Saussure
(1945) afirma que si bien el carácter arbitrario del signo obliga a admitir la
posibilidad teórica del cambio, el hecho mismo de la arbitrariedad lo hace
incuestionable. Se podría discutir un sistema de símbolos por su relación
racional con la cosa significada, pero en la lengua no hay motivo para
preferir “soeur” a ‘hermana’.
La lengua está unida a la vida de la comunidad lingüística, y la
comunidad que es naturalmente inerte aparece ante todo como un factor
de conservación. Saussure (1945) considera que como producto de las
fuerzas sociales la lengua no es libre, es un producto heredado de una
época precedente. El signo, por ser arbitrario se funda en la tradición, y
por fundarse en la tradición puede ser arbitrario. Con esto Saussure
quiere decir que la lengua no puede ser cambiada voluntariamente, no
puede haber una revolución o un cambio general y súbito, y no que es
inalterable, de hecho los hablantes transforman la lengua de una manera
inconsciente.
Mientras que, la mutabilidad considera que el tiempo altera la
estructura de signos. Las alteraciones implican un desplazamiento de la
relación entre el significado y el significante que llevan a una
configuración diferente del sistema. La lengua no puede defenderse
contra los factores que desplazan la relación del significado y el
significante. Esta es otra de las consecuencias de la arbitrariedad del
signo. No hay ningún ejemplo de una lengua que no haya evolucionado. Y
este principio debe verificarse también respecto de las lenguas artificiales,
cuando entran en circulación escapan al control. Se pregunta si el
esperanto escapará de esa ley fatal. La lengua no existe fuera del hecho
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social, el tiempo y la comunidad lingüística son causantes de la evolución
de las lenguas.
Por el carácter lineal del significante se entiende la materialidad
lingüística sonora o escrita-, que impone un nivel sintagmático de
organización de los elementos del sistema de la lengua. Esto lleva a
Saussure a contemplar consecuencias fundamentales para el
funcionamiento de la lengua: dos unidades no pueden encontrarse nunca
en el mismo punto de la cadena hablada, valen por su sucesión en la
cadena, y su posición en esta cadena puede ser distintiva. Respecto de
las investigaciones semiológicas establece una distinción entre los
sistemas cuyos signos se articulan en el tiempo -como la lengua- y
aquellos que -como los sistemas visuales- se organizan en el espacio,
sobre varias dimensiones.
La innovación de la obra de Saussure, con respecto a los estudios del
lenguaje anteriores a su propuesta, radica en la visión del objeto. Se pasa
de una perspectiva diacrónica, que había enfatizado el estudio histórico
de configuración de las lenguas, a una perspectiva sincrónica, que estudia
una lengua en su actualidad. La lingüística sincrónica estudia las
relaciones entre los elementos simultáneos en un estado de lengua, es
decir los términos coexistentes que forman sistema, y se limita a los
hechos correspondientes a cada lengua, y en este sentido considera que
debería utilizarse el término idiosincrásico.
El énfasis en el aspecto sincrónico marca una revolución en los
estudios lingüísticos ya que en ese momento se consideraba científico el
estudio del lenguaje desde el punto de vista histórico. La actitud
fundamental de Saussure es que la oposición ente sincronía y diacronía
es una oposición de puntos de vista; tiene un carácter metodológico, que
concierne al investigador y su objeto, y a su intención.
Además, desde la perspectiva sincrónica se hace posible un método de
limitación sobre el objeto. Al ser la lengua el punto de enclave de la
práctica investigativa de la lingüística estructural, las entidades
lingüísticas se deslindan, se separan de todo lo que las rodea en la
cadena fónica. Debido a que lo que importa es la descripción del estado
actual de una lengua, cuando se la estudia se precisa de un análisis de la
secuencia de sonidos que la estructuran. Para deslindar estas unidades
de la lengua -dice Saussure- es necesario tomar el habla como
documento de la lengua y representarla con dos cadenas paralelas, la de
los conceptos (a), y la de las imágenes acústicas (b). Una delimitación
correcta exige que las divisiones establecidas en la cadena acústica (α',
β', γ') correspondan a la cadena de conceptos (α, β, γ).
CONCLUSIONES
Toda ciencia se desarrolla a partir de una filosofía, y en el campo del
lenguaje no hay excepción alguna, así se dirá que la filosofía del lenguaje
es una rama de la filosofía que estudia el lenguaje. Es filosofía en cuanto
que estudia nociones tales como el significado, la verdad, el uso del
lenguaje, el aprendizaje y la creación del lenguaje, la experiencia, la
comunicación, la interpretación y la traducción.
Marco Ricardo Pante
La filosofía clásica concibe usualmente al lenguaje como instrumento
de representación de objetos y de expresión del sujeto, en cuanto signo
externo y ulterior del pensamiento, durante el siglo XX la filosofía ha
tomado conciencia de que el lenguaje constituye el medio que posibilita la
experiencia subjetiva, ha reconocido que el lenguaje es un elemento
constitutivo a priori en la relación del sujeto con el mundo, con los otros
sujetos y consigo mismo.
Uno de los autores que más aportes ha dado a la filosofía del lenguaje
y que posteriormente pasó a constituirse como ciencia es Ludwig
Wittgenstein, cuya obra “Tractatus lógico-philosophicus” con el propósito
de establecer límites al lenguaje, es decir, que para este autor existen
límites en las expresiones del pensamiento, busca entonces descubrir una
teoría de un mundo que se va descubriendo a partir de las palabras o
fases que reflejan dicho mundo como esencia del lenguaje.
El pensamiento y el lenguaje están íntimamente relacionados, es por
eso que solo con el pensamiento, el individuo puede pensar un estado de
cosas a partir de la figura que va creando y, conforme a la totalidad de los
hechos, es como creará una figura del mundo, con éste mismo, si es
correcto, tiene la posibilidad que garantice su verdad. Y en una relación a
priori,” solo podríamos saber que un pensamiento es verdadero si su
verdad fuese reconocible a partir del propio pensamiento”.
Saussure afirmaba que no es el lenguaje hablado el que es natural al
hombre, sino la facultad de construir una lengua, es decir, un sistema de
signos distintos, correspondientes a ideas distintas”. En otras palabras, en
una proposición el pensamiento se expresa de un modo perceptible por
los sentidos, porque tendrá sentido al representar una situación posible.
Por otro lado, el signo lo utilizará para expresar un pensamiento. Con
ello,” aunque una proposición solo puede determinar un lugar en el
espacio lógico, todo el espacio lógico tiene que venir ya dado por ella”.
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