denuncia  de  la  discriminación  se  erigen  como  dos  formas  para  comunicar  la 
diferencia desde un periodismo concebido para el cambio social.  
Para los periodistas del siglo XXI, esos que han aprendido a horizontalizar su 
discurso  en  plataformas  virtuales  en  las  cuales  hay  nuevas  e  inmediatas 
maneras de hacer noticia, aprehender la comunicación intercultural, más que un 
reto  es  una  responsabilidad  en  la  creación  de  espacios  para  el  diálogo,  el 
reconocimiento y la aceptación de una diferencia cada vez más homogeneizada. 
Los  procesos  comunicativos  requieren  de  un  Periodismo  Intercultural  como 
ejercicio  riguroso  y  ético  donde  el  conocimiento  sobre  las  alteridades  y  las 
competencias profesionales desde la interculturalidad condicionen una mirada 
reflexiva a las minorías.  
De lo anterior resalta la urgencia de una formación docente que articule los 
presupuestos de la Comunicación y el Periodismo Intercultural desde las aulas. 
Como  proceso  comunicativo,  por  un  lado,  y  como  práctica,  por  otro,  la 
interculturalidad deberá incluirse en las agendas educativas de las escuelas en 
los  diferentes  niveles  de  enseñanza,  y  deberá  otorgársele  prioridad  en  la 
formación profesional de los futuros periodistas interculturales. 
Aunque la realidad cubana dista de aquellas en las que la interculturalidad se 
ha  erigido  como  una  forma  de  resistencia,  la  posibilidad  de  reconocernos  y 
pensarnos  como  interculturales  enriquecería  nuestros  modos  de  actuar  y 
expresarnos en un contexto diverso y dinámico. Ello implica a su vez comprender 
la función educativa de los medios de prensa en Cuba y transformar los planes 
de estudio en función de las necesidades reales de la formación del profesional 
del  Periodismo  de  acuerdo  con  las  características  del  contexto  en  el  que  se 
insertan.  
 
Comunicar la diferencia. Una revisión al Plan de Estudios 
Los planes de estudio para la formación del profesional del Periodismo están 
conciliados, de una u otra manera, a través de organizaciones internacionales 
como  la  Unesco.  Los  mismos  promueven  un  consenso  en  la  formación  del 
profesional de la prensa al destacar su servicio social a través de la información 
a  la  ciudadanía,  su  contribución  desde  el  debate  democrático  al  desarrollo 
político, económico, social  y cultural, y  el fomento de un  pensamiento ético y 
reflexivo articulado en las competencias profesionales para la comunicación. De 
esta  manera  se  concibe  la  enseñanza  del  futuro  periodista  en  función  de 
reconocer  el  hecho  noticioso  para  elaborarlo  en  correspondencia  con  los 
destinatarios.  
En Cuba la tradición formativa se visualiza desde el siglo XIX a través de la 
labor  pedagógica  de  figuras  paradigmáticas  del  periodismo  cubano  (Méndez, 
2016). Un siglo más tarde se creó en La Habana la primera institución dedicada 
a la enseñanza de la profesión en el país. La entonces Escuela de Periodismo 
Manuel Márquez Sterling, surgida en 1942 rectoró la formación periodística en 
varias  partes  del  país,  incluida  la  Escuela  Profesional  de  Periodismo  y  Artes 
Gráficas Mariano Corona en Santiago de Cuba.  
Las  transformaciones  surgidas  tras  el  triunfo  de  la  Revolución  Cubana 
también tuvieron sus incidencias en el sector educacional del país. La reforma 
educativa llegó hasta las escuelas de periodismo, que por aquel entonces volvían