Enero junio, 2018
Vol. 2, No. 3
ISSN 2602-8247
http://retosdelacienciaec.com
mcrevistas@gmail.com
ECUADOR Y LA INTEGRACIÓN REGIONAL
UN PASO HACIA LA MULTIDIMENSIONALIDAD
ECUADOR AND REGIONAL INTEGRATION
A STEP TO MULTIDIMENSIONALITY
William Ojeda
1
Recibido: 2017-07-12 / Revisado: 2017-08-13 / Aceptado: 2017-10-15 / Publicado: 2018-01-01
RESUMEN
Partiendo de las contundentes implicaciones de la globalización en todos los
órdenes, fenómeno cuyas consecuencias, bondades y peligros aún son debatidas, se
subraya la pertinencia de la integración regional como herramienta para un mejor
desempeño de los países en el marco de la esfera global. El texto identifica dos
momentos centrales del esfuerzo integrador en la región, uno caracterizado por lo
económico y otro por lo político, y precisa la necesidad de explorar la
multidimensionalidad como el nuevo nivel para que la propuesta integracionista gane
atractivo en la cotidianidad de los habitantes. Se destaca el paso vanguardista dado
por Ecuador en uno de los aspectos esenciales de esta multidimensionalidad: el libre
flujo de personas. Pero estos avances dados en materia de movilidad humana
suponen riesgos y amenazas para el país equinoccial; debido a que, si tan auspicioso
ejemplo en la cuestión migratoria no es emulado por el resto de los países en un
esfuerzo de sincronía global, el Ecuador podría ser blanco de oleadas migratorias
capaces de comprometer la solvencia de algunas de sus políticas públicas, siendo que
el asunto migratorio es uno de los temas más sensibles del presente.
Palabras clave: Ecuador, globalización, integración regional, bloques
Subregionales de integración, migración.
ABSTRACT
Starting from the overwhelming implications of globalization in all disciplines, a
phenomenon whose consequences, benefits and dangers are still debated, the
relevance of regional integration as a tool for a better performance of countries within
the global sphere is underlined. The writing identifies two central moments of the
integrating effort in the region, one characterized by the economic and the other by the
political, and the need to explore multidimensionality as the new level in order that the
integrationist proposal gains attractiveness in the daily life of the inhabitants. The
avant-garde step taken by Ecuador is highlighted in one of the essential aspects of this
multidimensionality: the free flow of people. However, these advances given in terms of
human mobility suggets risks and threats to the equinoctial country; because, if such
1
Doctor (Ph.D) en Estudios del Desarrollo, Consultor Independiente, Centro de Estudios del Desarrollo
(CENDES), Universidad Central de Venezuela, Venezuela. E-mail: williamojeda2026@gmail.com
Forma sugerida de citar: Ojeda, W. (2018). Ecuador y la integración regional. Un paso hacia la
multidimensionalidad. Retos de la Ciencia, 2(3), pp. 22-34.
William Orlando Ojeda
an auspicious example in the migration issue is not emulated by the other countries in
an effort of global synchrony, Ecuador could be the target of migratory waves capable
of compromising the solvency of some of its public policies, being the migratory issue is
one of the most sensitive issues of the present.
Keywords: Ecuador, globalization, regional integration, subregional integration
blocks, migration.
INTRODUCCION
El proceso de la globalización es el evento fenoménico más contundente de las
últimas décadas en el contexto internacional, en especial porque supone una situación
envolvente que abarca todos los campos y dimensiones de las sociedades
contemporáneas, así como todos los órdenes de las interrelaciones en la humanidad.
Semejante fenómeno, trae para los países un lógico reacomodo en la política más
allá de las fronteras, al punto que la arena mundial se transformó en un nuevo tablero
de juego, en el que a las naciones en todo el orbe terrestre les toca redimensionar sus
pasos, prioridades, tácticas y estrategias.
En este contexto, mirar al vecindario, llevar a cabo la intención de coordinación con
otros Estados de la zona común, impulsar la complementariedad, promover la mutua
cooperación y concebir una institucionalidad para procesar asimetrías, resulta natural y
profiláctico para mejor, si no defenderse, mejor desempeñarse en el marco de las
poliabarcantes transformaciones globales.
En ese marco, el Estado-Nación comparte protagonismo en cuanto a alcance
político con el Estado-Región, y con estos enfoques surgen nuevas apuestas como el
de “soberanías compartidas” y de allí, los Bloques Subregionales de Integración (BSI),
que pasan a ser nuevas unidades o actores en la geopolítica mundial.
Vista así, la integración regional surge como un mecanismo tan atractivo como útil
para transitar y avanzar en las arenas movedizas del nuevo esquema mundializador.
Es un proceso de pasos y aproximaciones sucesivas cuya etapa más reciente y de
mayor auge en nuestro hemisferio occidental proviene de la posguerra, a mediados del
siglo XX. A su vez ha tenido una auspiciosa expansión y esplendor en el tránsito entre
los dos milenios, así como también ha vivido una evolución de marchas y
contramarchas.
Emerge la necesidad de que dicho proceso cobre ahora un atractivo mayor en el
seno de la población en cada país; esto es, que se le vea útil en la cotidianidad de los
ciudadanos, para cuyo propósito es necesario que el mismo supere el enfoque
meramente económico, o el exclusivamente político, y avance hacia un enfoque
multidimensional que comprenda además de lo económico-político, también lo social,
cultural, académico y migratorio, entre otros variados aspectos.
Ecuador con el paradigmático concepto de la movilidad humana podría estar dando
un paso de vanguardia en este enfoque multidimensional de la integración, pero el
mismo supone riesgos en torno a ciertos desequilibrios, si tales pasos en el asunto
migratorio no se dan en un esquema de armonización de políticas en los países
miembros de los bloques integracionistas (BSI) e incluso, a nivel global.
DESARROLLO
Lo global como proceso sistémico
En el presente estudio se toma distancia de la restringida visión con la que se
pretende asociar el hecho globalizador, la de la exclusiva expansión a escala mundial
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del sistema económico capitalista, y su más reciente modalidad, la del capitalismo
financiero. Si únicamente fuera visto con el prisma economicista, el fenómeno en
cuestión tendría sólo implicaciones fundamentalmente económicas, cuando en
realidad es un proceso que, como queda dicho, envuelve todos los órdenes de la vida
humana, la dinámica de los países y sus interacciones.
Por eso aquí se plantea franca discrepancia con autores como Stiglitz (2002) para
quien la globalización se concibe como expresión casi en exclusivo del capitalismo
neoliberal, cometiendo el error de calificar al fenómeno apenas como “la integración
más estrecha de los países y los pueblos del mundo, producida por la enorme
reducción de costes de transporte y comunicación, y el desmantelamiento de las
barreras artificiales a los flujos de bienes, servicios, capitales, conocimientos y (en
menor grado) personas a través de las fronteras” (2002, p. 34).
Tamaño sesgo en el enfoque del asunto aquí tratado limita el análisis a una mirada
funcional-económica que resta el escudriño diverso y multicausal a un fenómeno tan
abarcante como el que nos ocupa. Además, tal constricción en el abordaje puede
llevar al error de apreciación en el que incurre Stiglitz, identificando como casi únicos
grandes actores de la escena internacional a los organismos multilaterales de
financiamiento, cometiendo con ello graves omisiones, como la de los mencionados
Bloques Subregionales de Integración (BSI), a los que no se les puede restar su
calibre en el marco de la geopolítica mundial de este tiempo.
Se entiende en estas ginas a la globalización como un fenómeno con incidencia
en lo económico, que en efecto incide, pero que además tiene honda repercusión en la
política internacional, en el ámbito social, así como en los patrones de consumo, en los
hábitos, en las interrelaciones personales (por su contundente efecto en la
comunicación), en la creación de nuevos patrones culturales y hasta en la cosmovisión
de la población de los distintos países.
Globalización, una definición
En este trabajo se define a la Globalización, como un evento dinámico y
multidimensional, que, como acontecimiento sistémico, genera importantes
transformaciones no sólo económicas, sino también socioculturales, tecnológicas y
políticas, donde la interdependencia pasa a ser de tal magnitud, que cobra un relieve
particular y esencial.
Estamos pues, frente a un proceso dinámico, que ocurre ante nuestros ojos y se
despliega de forma abrumadora acompasado por la explosión de la técnica en la
esencia de la actividad humana como lo es la comunicación, por lo que entonces, el
hecho que aquí apuntamos alcanza y modifica todas las áreas del quehacer humano.
De allí que se comulga con un planteamiento más holístico como el de Ortiz (2004),
para quien asistimos al surgimiento de un nuevo patrón civilizatorio, en el marco de la
“existencia de procesos globales que trascienden los grupos, las clases sociales y las
naciones”.
A falta de consenso, debate encendido
No existe consenso en la discusión. En el seno de la comunidad académica se
enfrentan visiones contrapuestas que van desde los más entusiastas hasta los más
apocalípticos a la hora de interpretar los cambios que implica el fenómeno estudiado.
Aunque el debate, en pleno furor y efervescencia, sobre las distintas visiones que
se presentan en torno al fenómeno de la globalización es ajeno al objetivo central de
este escrito, en los párrafos que siguen se toma nota del intercambio de pareceres
entre los autores, y se observa a grandes rasgos los diversos matices de una
discusión álgida que roza a todas las disciplinas de las áreas sociales.
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Debido a que al acontecimiento global lo compone un entramado complejo de
situaciones, se presentan en torno a él, como se ha dicho, disímiles lecturas, por lo
que Martínez González-Tablas (2000) recomienda despojarse del ideologicismo
extremo para interpretar con cierto rigor el acontecimiento al que hacemos referencia:
“hay tantas globalizaciones como perspectivas sobre la realidad, en un tejido de
densas interdependencias”. En el mismo sentido, Mires (2000) afirma que existen
tantas definiciones de globalización, como autores han trabajado el asunto”. Stglitz
(2002) refiere lo que se muestra de por contradictorio, es decir, cómo eso que
llamamos globalización “sea objeto simultáneo de tanto vilipendio y tanta alabanza”.
Pesimismo y optimismo ante un mismo asunto
Resulta necesario advertir que en buena medida lo que en la discusión de los
distintos autores se asume como referencia principal de globalización, tiene que ver
con la cosmovisión del hemisferio y cultura occidental, pero debemos tener en cuenta
que existen otras cosmovisiones que igual pugnan por su espacio e interpretación
particulares que como es lógico, cobran efectos significativos.
Al escudriñar el razonamiento, argumentos y enfoque de los autores que se
muestran entusiastas, como Huntington (1996), quien considera que la civilización
occidental ha llegado a un clímax evolutivo, pero enfrenta amenazas de otras
civilizaciones menos “modernizadas”, éstos no ocultan su optimismo por el evento
globalizante.
Los brasileros Pinheiro (1994), Florencio y Araujo (1996) y Lavagna (1997)
destacan las particulares bondades de este proceso en pleno desarrollo, asegurando
que atendiendo a la exigencia de ciertas condicionantes, las naciones pueden
insertarse en la modernidad-mundo y disfrutar con matices la ansiada “sincronía
global”.
Tiempo antes Toffler (1980, 1990) al igual que Porter (1991) destacan atributos que
ellos ven en la globalización. El primero hace mención de la explosión de los sistemas
de información y su impulso de modificaciones sustanciales en la humanidad que
implican nuevos y positivos estadios existenciales. Para el segundo, en la medida que
las naciones se acoplen al capitalismo y desarrollen industrias sólidas, capaces de
corporativizarse en el ámbito de lo privado y expandir sus mercados, tendrán
garantizado un desempeño prometedor en la escena global.
Friedman (2006), con un determinismo tecnológico habla devoto de la evolución
que ha significado para la sociedad la revolución científico-técnica. De allí, su tesis del
aplanamiento de la tierra en el sentido de un modo superior en el que unas clases
sociales y países enteros, en por lo menos la mitad del planeta, avanzan
sostenidamente hacia el desarrollo y la prosperidad, creando un círculo virtuoso que
animará y estimulará al resto de la especie humana a la superación.
Ahora bien, por otro lado, hay quienes ven amenazas acuciantes. En algunos casos
observan a la globalización como una extensión meramente del enfoque neoliberal
económico, y por tanto como un mecanismo de alienación, un proceso neo-
esclavizante.
De Venanzi (2002) no oculta su escepticismo ante riesgos que considera
inminentes. “Es de observar que las grandes corporaciones ordenan hoy su propia
agenda pública, quitando al Estado muchas de sus funciones vitales y redefiniéndolas
en términos del interés privado y empresarial”.
Advierte el autor la amenaza que se cierne sobre lo público, limitándolo al papel de
agenciar los intereses de lo privado o de los particulares. También toma apunte sobre
la existencia de una civilización global sobre-consumista que tiende a la
despolitización.
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Salbuchi (1999) advierte, en el marco del fenómeno estudiado, los riesgos de un
esquema en el que una elite busca controlar y direccionar lo público de acuerdo con
sus intereses específicos.
“…la ideología de la globalización tiene como objetivo controlar todos los asuntos
públicos de la humanidad por una tecnoestructura privada detentadora del poder
real. La ideología del globalismo conforma en última instancia la privatización del
poder. Y su praxis política consiste en el control de todos los gobiernos que
ocupan todos los Estados, a través de la imposición del gimen de la
democracia formal partidocrática que resulta fácilmente controlable a través del
dinero”.
Beate Jungemann (2000) subraya que “nos encontramos frente a un proceso de
desorden global-local, de re-regulación del proceso de acumulación de capital en los
distintos niveles espaciales”.
Discriminación, segregación, desigualdad, inequidad, asimetrías,
sobreconcentración de capital, tendencia homogeneizante y otros términos o
conceptos sombríos abundan en los autores que observan con serias reservas el
fenómeno aquí considerado.
Luego de tomar nota de abordajes optimistas como pesimistas, resulta necesario
incluir una mirada ecléctica en la que se ve el tema globalizador como un constructo
humano, por lo que dependerá de lo que los seres humanos hagamos con él. Éste trae
consigo oportunidades como amenazas, pero en rigor configura en la actualidad una
realidad tangible, así como inesquivable.
Para cerrar este acápite, donde hay como se ha dicho, un debate encendido, no
resuelto, y que representa una de las discusiones con mayor intensidad en el mundo
de las ciencias sociales actuales, tomamos palabras de Gonzales-Tablas que permiten
ese enfoque amplio que intenta distanciarse de prejuicios y dogmatismos:
“Según hablemos de la mundialización de la tecnología, de los procesos
ambientales, de los valores, de la cultura, de las instituciones, del discurso
económico o de la realidad comercial, productiva o financiera podremos afirmar
cosas distintas de sus causas, de su naturaleza, del grado alcanzado, de sus
tenencias y de sus defectos. Es imprescindible, pues, ser conscientes de que lo
que es pertinente para un tipo de globalización no lo es para otra y viceversa”
(2000, 27).
Para los efectos del presente estudio, más allá de este encendido debate, es de
relieve el mecanismo que tienen las naciones en el marco del espacio regional, a los
fines de marchar en medio del trajín que implica la escena global de la
contemporaneidad.
Integrar para mejor desempeñarse en lo global
En primer lugar, se delimita en estas páginas el planteamiento integracionista en
función de países vecinos que comparten, por tanto, una región; dejando aparte el
concepto que algunos autores, como Giordani (2007), han pretendido impulsar de
“integración multipolar”, haciendo alusión con éste, a acuerdos entre naciones
geográficamente distantes, pero con afines intereses ideológicos en la esfera de las
relaciones internacionales.
En tal sentido, se precisa en este escrito a la integración como un proceso
simbiótico, consensuado, de conjunción institucional con aproximaciones sucesivas
que se desarrollan hacia la coordinación y armonización de políticas en todos los
ámbitos de los componentes (o países miembros) de una determinada zona o región,
en aras de procesar las asimetrías en el marco de soberanías compartidas y constituir
un bloque de naciones.
Por eso la aquí planteada es integración subregional, en tanto un conjunto de
países de un espacio geográfico delimitado y vecinos entre sí, deciden avanzar en un
proceso de acuerdos que les permita promover mayor dinámica en sus relaciones
intrazona (las que se dan dentro de la zona y entre los países miembros acordados en
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una determinada región) y mejor capacidad y fortaleza de negociación extrazona (es
decir, esos acuerdos y relaciones con terceros países o bloques de países).
Sin pretensiones de opinión final ni panacea, la integración subregional se erige
entonces como un mecanismo idóneo que han conseguido las naciones para enfrentar
los mayúsculos desafíos que acarrea el hecho globalizador, cualquiera sea la
cosmovisión que se defienda.
Vale apuntar aquí las palabras de Mires (2001) en cuanto la interesante diferencia
que el autor establece entre integración y asimilación, habida cuenta que “integración
implica conservar la propia identidad, pero en conjunción con otras. La asimilación
implica, en cambio, el abandono de la identidad propia en función de otra. De acuerdo
con la primera, uno, como extranjero, se integra a una sociedad nacional que no es la
de origen. De acuerdo con la segunda, se entrega no sólo el pasaporte, sino los
gustos y las preferencias e incluso, en algunos casos radicales, la propia apariencia
física. La Integración es una necesidad. La asimilación es una opción” (2001, p. 114).
Importa enfatizar que, la marcha gradual de conjunción de políticas entre naciones
de una región posibilita distintos asuntos que van desde la complementariedad entre
las propias naciones que se alían, hasta potenciar posibilidades y características
propias frente a terceros. Esto último implica la consecución de intereses comunes por
parte de una nación con sus pares vecinas para actuar en bloque en medio de la
exigente escena internacional, y apuntar, en alguna medida, a las relaciones ya no
sólo binacionales (o multilaterales), sino además birregionales. Además, el
fortalecimiento de la estructura institucional de un bloque de integración sirve como
componente de estabilidad jurídica para el conjunto de naciones que lo conforman.
Sobre la integración propiamente dicha, hay una serie de pasos, fases y
procedimientos (interdependientes) en la conformación de los bloques que, por ser
ajeno a los objetivos de este trabajo, no se desarrollan en las presentes páginas.
Sirva decir que estamos ante un esquema que ascendentemente se viene
implementando desde finalizada la segunda guerra mundial por parte de naciones
europeas
2
que a la postre ha evolucionado en lo que conocemos hoy como Unión
Europea (UE); así como en nuestro continente y en especial en la región de
Latinoamérica, también desde mediados del siglo pasado viene en marcha un
esfuerzo integracionista digno de destacar, cuando ya en 1960 se constituye la
Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC), por otro lado el Pacto Andino
que luego ha decantado en el atractivo Sistema Andino de Integración (SAI) como
expresión marco de lo que hoy tenemos como Comunidad Andina de Naciones (CAN),
y en 1980 se da luz a la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI) acordada
por once países, entre los que se encuentran los que a la postre conformarían el
Mercado Común del Sur (MERCOSUR) y la ya citada CAN.
Toda esta evolución dinámica tiene expresiones recientes en los años del nuevo
milenio, donde destacan la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) y la
Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe (CELAC), por solo mencionar a
dos. Organismos éstos, que como refiere Serbín (2013), representan distintas “formas
de concertación política entre los países de la región, con nuevos temas de agenda y
en cuyo marco, se ha generado un debate conceptual en la región…”.
Pero más allá de esta dinámica y las particularidades de conformación de bloques,
acciones graduales de concertación, acomodos y reacomodos que viene siendo
trabajada por distintos autores, en el estudio aquí plasmado importa enfatizar que la
integración subregional se erige como una herramienta valiosa e instrumento
potencialmente eficaz ante la necesidad de encarar los desafíos que presenta el
fenómeno globalizador.
2
En 1950, luego de la apocalíptica II Guerra Mundial, el francés Robert Shuman propone la idea de una
Europa unida. Ésta es asumida como la primera propuesta oficial para una escala integrada del llamado
viejo continente.
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Por eso resulta paradójico y por demás interesante que, en tiempos del mayor auge
de la escala global, una de las cosas apropiadas y en especial eficaces, sea voltear la
mirada hacia el vecino.
De allí que Florencio y Araujo (1996) enfocándose en el aspecto económico
subrayan tal pertinencia en los siguientes términos: “Un país que se vincula a un
proceso de integración se tornará más calificado para participar en el proceso de la
globalización. Gana experiencia en el trato económico internacional, recibe estímulos
para buscar mayor competitividad, amplía el tamaño de mercados, consumidores e
inversores”, y sentencian, “quien regionaliza, globaliza mejor”.
En el presente estudio se adoptó la metodología del análisis documental,
bibliográfico, haciendo valoración de distintos enfoques y apreciaciones en torno al
tema abordado, que por demás se encuentra en plena discusión en el seno de la
comunidad científica.
Es un trabajo de carácter teórico, en el que se hace un contraste de enfoques
mediante el estudio de documentos de manera comparativa. Esto es, se apeló a la
descomposición teórica, a objeto de conocer semejanzas y diferencias de los distintos
postulados presentados por los autores.
Sin ahondar en la precisión institucional, órganos y estructura del sistema
integracionista, se valora determinada orientación de la República de Ecuador, en su
desempeño integrador relacionada al tema migratorio, a objeto de propiciar algunas
interrogantes.
Se coincide en estas páginas, en cuanto al abordaje metodológico, con las
consideraciones de amplitud y flexibilidad que proclama Castellano (1997), en el
sentido que lo metodológico consiste en “… dar coherencia a algunos instrumentos,
sin pretender que los mismos se ciñan a un enfoque analítico determinado… no se
trata necesariamente de escoger un enfoque u otro y de ser consecuentes con él. Si
no más bien de sentirse libres para elegir ideas e instrumentos de cualquier fuente y
de mezclarlos como nos parezca, siempre que seamos coherentes” (1997, p. 47).
Dos dimensiones en la integración regional: la económica y la política
Se abunda en la pertinencia de la búsqueda integracionista como instancia fértil
para estar mejor equipados de cara al fenómeno global. De allí la afirmación de Di
Filippo y Franco (2000) quienes conciben a la integración regional como un
instrumento para crear ámbitos de soberanía compartida que compensen las pérdidas
en la capacidad de maniobra de los gobiernos nacionales ante los avances del
globalismo multilateral”.
Una vez que se ha enfatizado en la oportunidad que representa la acción
integradora para mejor desempeñarse en el escenario global, sin entrar en los detalles
de la evolución, progreso, marchas y contramarchas de cada bloque, se considera
aquí menester destacar cómo en el caso de la subregión, la iniciativa integradora ha
estado identificada con dos particulares acentos o dimensiones en su evolución.
Así a grosso modo podemos reconocer ese par de situaciones como dos grandes
momentos de la integración latinoamericana. Un primer momento en el que el acento
se pone claramente en lo económico, y otro en el que el énfasis es manifiestamente en
lo político.
Durante la segunda mitad del siglo XX algunos actores y decisores de las políticas
públicas de América Latina estuvieron influenciados por el llamado Consenso de
Washington. Aunque pudieran citarse datos diversos para corroborar tal afirmación,
baste decir que, ciñéndonos a la materia de análisis que nos ocupa, la idea inicial de
integración implementada en la región estuvo caracterizada por políticas de apertura
de mercados. Integración ésta cuyo alcance y efectividad eran medidos casi con
exclusividad por los flujos de intercambio comercial.
En tal sentido, los postulados, premisas y objetivos esenciales de la naciente
institucionalidad mostraron una vocación fundamentalmente comercial de las
iniciativas de agrupamiento.
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Resultan casos evidentes la aparición de la antes citada Asociación
Latinoamericana de Libre Comercio, Acuerdo comercial- de Cartagena, Programa de
Integración y Cooperación Económica, Mercado Común del Sur, por tan sólo citar
algunos ejemplos relevantes.
Aunado al enunciado que identifica la estructura institucional en ciernes, resulta
elocuente también apuntar que los actores firmantes del Tratado de Asunción en 1991,
que da inicio al MERCOSUR, son Fernando Collor de Melo representando a Brasil, y
Carlos Menem en nombre de Argentina.
Así como el Protocolo de Trujillo que en 1996 da nacimiento a la Comunidad Andina
de Naciones (CAN), lo firman entre otros Rafael Caldera en representación de
Venezuela y Sixto Durán Ballén en nombre del Ecuador.
Luego de esa primera etapa en la que lo comercial y económico reinan en las
prioridades de la integración regional, podemos distinguir otra etapa en la que el
énfasis está claramente en lo político, y es cuando a la sazón del presente siglo XXI y
con otros actores como protagonistas, se presenta un nuevo discurso y propuesta de
una inédita y adicional institucionalidad. En esta renovada etapa, lo político cobra
primacía sobre lo económico, aunque se advierte que la economía es resultado de la
política que desarrollamos los seres humanos y que ambos aspectos tienen
interconexión entre sí.
Serrano Mancilla (2015) realza este segundo tiempo en el trayecto integracionista
advirtiendo que “la región ha experimentado grandes cambios en múltiples
dimensiones gracias a procesos políticos de cambio. Se han abierto nuevos horizontes
políticos y discursivos…”.
Por un lado, está la institucionalidad desplegada: Alianza Bolivariana para los
pueblos de Nuestra América (ALBA, 2004), UNASUR (2008) y CELAC (2010), entre
otras iniciativas. Pero por otro lado resulta probatorio el nombre de los actores y
además la posición fijada en el debate público por estos promotores unionistas de la
primera década del siglo XXI: Luiz Inácio Lula da Silva por Brasil; Cristina Fernández
de Kirchner, en representación de Argentina; Hugo Chávez en nombre de Venezuela y
Rafael Correa representando a Ecuador, por apenas mencionar a algunos de los
protagonistas de la subregión; quienes resaltaron en su despliegue discursivo, la
imperiosa necesidad de “la unión de los pueblos, antes que la unión de los mercados”.
Sin entrar a calificar o tomar partido en torno a ese discurso, o sobre la expresión
institucional de tales iniciativas, ni en las debilidades o fortalezas de su
implementación, así como tampoco en las contradicciones o impulsos que las mismas
implicaron para el esfuerzo integrador que venía en marcha desde décadas atrás, todo
lo cual es materia de interés para otros trabajos, vale la mención como se apuntó
líneas antes, de los nuevos órganos de encuentro entre países de Latinoamérica, sólo
como evidencia histórica que permite reconocer con claridad un segundo momento, un
segundo aire, de la integración en nuestra región pero con una agenda marcadamente
política.
Hacer de la Integración algo más atractivo
Una vez identificados esos dos momentos del proceso integrador, asistimos al
desafío de avanzar en el camino requerido, evolucionar, dar un paso más allá que
haga a la integración regional un hecho más cercano a la gente. Que sea más útil a la
población de los países miembros de cada bloque. Siendo que, como se ha dicho, la
integración es a todas luces una herramienta necesaria para el mejor desempeño en
tiempos de la globalidad.
El destacado ecuatoriano Germánico Salgado (1993) apunta a un objetivo preciso,
aduciendo que el esfuerzo de la integración debe concretar “la transformación
productiva para el desarrollo”, asunto encomiable como quiera que el intercambio con
los vecinos ha de implicar ajustes en la estructura industrial, comercial y de servicios
de las naciones involucradas, en procura de la efectividad productiva y además, de la
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consecución de mayores niveles de desarrollo sustentable y armónico para los
pueblos involucrados.
Sin embargo, más allá de ese punto válido en el deber ser del lógico avance en
favor de la prosperidad de los países, este escrito se concentra en hacer referencia
primordialmente a mecanismos que ofrezcan una faceta de proximidad y validez de la
integración regional para el ciudadano común.
Integración Multidimensional
Podría afirmarse que la zona compartida por nuestros países, especialmente en
Suramérica, entró en un nivel en el que es necesario vivenciar a los habitantes en
torno a la utilidad de la integración en lo cotidiano. Por eso que Castillo Bustos (2017)
establece muy claro: “El ser humano otorga notoriedad a aquello que ofrece solución a
los problemas de la vida cotidiana”.
Se requiere entonces ir más allá del ámbito económico y político, a una nueva
faceta que incluya estos aspectos, pero que además incorpore otros asuntos que le
brinden a la integración regional un renovado dinamismo, como por ejemplo la
validación automática de los títulos académicos partiendo de homogeneidad en el
aspecto central de las carreras
3
, discado telefónico accesible, cobertura de telefonía
móvil, libre posibilidad de emprendimientos con esquemas de financiamiento
regionales, libre flujo de personas, bienes, capitales, reconocimiento de ciudadanías,
aseguramiento médico válido en todos los países miembros de cada bloque, entre
otros.
Se postula aquí un ejercicio de integración que permita avanzar un peldaño más
hacia una articulación compuesta; vale decir, que va más allá de las dimensiones
meramente económica o política, sino que además incorpora lo cultural y lo social, y
avanza hacia una integración multidimensional porque abarca todos los aspectos, en
especial los más sensibles en el desenvolvimiento de la vida cotidiana.
Huelga decir que tal objetivo implica un arduo trabajo de adecuación institucional a
fin de responder a las nuevas exigencias, siendo que el espíritu y vocación
integracionistas de nuevo cuño que aquí se menciona han de tener una expresión en
la estructura y en los órganos funcionales que componen los Bloques Subregionales
de Integración (BSI).
Resalta una línea interesante de pesquisa en este punto, en cuanto al citado
requerimiento de adecuación por parte de las instituciones que soportan la integración
regional, a los fines de avanzar en los aspectos y múltiples dimensiones que se
mencionan; asunto que, por escapar al objetivo del presente estudio, no es abordado
en el presente trabajo.
Ecuador: un paso en la fase multidimensional de la Integración
Más allá de los numerosos aspectos de la política internacional del país
suramericano, que van desde las relaciones bilaterales como las que tiene con los
vecinos Colombia y Perú, o con los Estados Unidos, o acuerdo comercial y social con
un bloque determinado de naciones como el suscrito en 2017 con la Unión Europea
(UE), hasta su protagonismo innegable en el G77 más China, cuya presidencia pro
tempore entregó a comienzos de 2018, en las presentes páginas se focaliza en el
tópico de la movilidad humana y algunas acciones de Ecuador al respecto, como
materia relevante y de vanguardia, en el enfoque de la multidimensionalidad que este
escrito pretende resaltar.
Ecuador, además de ser miembro de la Comunidad Andina de Naciones, forma
parte de UNASUR, y aunque este bloque regional en sus objetivos específicos 3, 9 y
11 plantea el reconocimiento regional de estudios y títulos… la consolidación de una
identidad suramericana… con el fin de alcanzar una ciudadanía suramericana” y el
3
Es necesario advertir que, aunque haya troncos comunes en la formación de los profesionales de la
región, debe haber luego alguna materia culminante en toda formación, que ofrezca espacio de
reflexión, debate e indagación, en torno a las especificidades de cada país.
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abordaje del tema migratorio desde un “enfoque integral”, ninguna nación de las doce
que componen el grupo ha avanzado tanto como el país equinoccial en esas materias.
Temas álgidos, como el de la movilidad humana, en el que el fenómeno
globalizador presenta ahora más carencias que logros. Una crítica permanente que se
hace al rostro del esquema global imperante es que propugna en favor del libre flujo
de capitales, mientras que limita severa y (en algunos casos) obstinadamente, el flujo
de personas.
El de la movilidad humana, es un asunto grueso que complejiza el tema de las
políticas públicas de nuestro tiempo. El Departamento de Asuntos Económicos y
Sociales, División de Población, de la Organización de Naciones Unidas (ONU), da a
conocer que en el año 2.000 el número global de migrantes en el mundo fue de 172,70
millones, es decir más de 172 millones de personas que dejaron su país de origen en
búsqueda de mejores condiciones de vida. Para el año 2015 esa cifra aumentó en más
de 40% y llegó a 243,7 millones de migrantes.
Mientras se observan acciones restrictivas en materia migratoria a escala
planetaria
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, la República del Ecuador diseñó y agenció en la segunda década del
actual siglo XXI una política que eleva el tema migratorio a estar en conjunción con el
valor de la dignidad humana y la concepción de la ciudadanía universal.
Estas medidas ratifican la que ha sido una vocación ecuatoriana orientada a la
generosidad y hospitalidad para con los extranjeros que deciden visitar y habitar su
tierra. En ese sentido Hidalgo Tandazo (2013) afirma que “El Ecuador ha sido un
refugio para los migrantes en los peores momentos para Europa, gracias a la acogida
que les permitió integrarse de manera exitosa en la sociedad y pasar a formar parte de
nuestra multiculturalidad”.
El proyecto político y social que recoge la Constitución de la República de 2008 que
se dio a misma el Ecuador, asume como portaestandarte valores de solidaridad,
cooperación e igualdad, tanto que expresan incluso novedosos conceptos como el de
“comercio justo” (Aguas, 2016). En materia migratoria son paradigmáticos los
derechos que concede a las personas movilizadas desde otros países. En el artículo
11 del texto constitucional queda establecido explícitamente que nadie podrá ser
discriminado por su condición migratoria; pero además establece que las personas en
condición de movilidad constituyen grupos de atención prioritaria.
Así también, en el artículo 40 se deja sentado taxativamente que “No se identificará
ni se considerará a ningún ser humano como ilegal por su condición migratoria”. En el
artículo 392 de esta Carta Magna se dispone que “El Estado velará por los derechos
de las personas en (condición de) movilidad humana…”.
Con esto, queda claro cómo el Ecuador marcha a la vanguardia en materia de
movilidad humana, cosa confirmada con la aprobación y entrada en vigencia de la Ley
Orgánica de Movilidad Humana, aprobada en el primer semestre de 2017, que por
mencionar apenas algunos de los numerosos avances que comprende en esa materia,
instituye dentro de sus principios como instrumento legal el revolucionario concepto de
Ciudadanía Universal, y plasma este novedoso reconocimiento a la condición
inalienable de dignidad del ser humano, reafirmando el siguiente principio:
“El reconocimiento de la potestad del ser humano para movilizarse libremente
por todo el planeta. Implica la portabilidad de sus derechos independientemente
de su condición migratoria, nacionalidad y lugar de origen, lo que llevará al
progresivo fin de la condición de extranjero” (Art. 2).
El ejercicio de tal condición de ciudadano universal, lo consagra la referida Ley
reconociendo el pleno derecho a la movilidad humana, y en tal sentido otorga el
amparo del Estado a la movilización de una persona, familia o grupo. Además,
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El tema migratorio y un accionar cada vez más limitante en esa esfera, ha sido la cuestión más
recurrente en el discurso y la acción del Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, Donald
Trump, en su primer año de gestión.
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Revista Científica Retos de la Ciencia. 2(3), pp. 22-34.
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reconoce la posibilidad de circular y permanecer de forma temporal o definitiva en el
lugar de destino a donde se dirija. Asimismo, prohíbe la criminalización de la condición
migratoria, y califica a las faltas en esta materia, como solo de carácter administrativo.
Ratifica asimismo la no discriminación e igualdad de todos ante la ley: nacionales y
personas en condición de movilidad humana.
Otro aspecto que destacar en este paso vanguardista que el Ecuador da ante la
región y el mundo en materia de admisión de la condición de movilidad humana es el
de homologación y reconocimiento de estudios realizados en el extranjero, en las
mismas condiciones que los nacionales (Art. 50). También obliga a prestar atención
médica y atender cualquier emergencia de salud a todo ser humano,
independientemente de su condición migratoria (Art. 52). Confiere el otorgamiento de
la Visa Humanitaria por un lapso de dos años a personas o familias que hayan vivido
situaciones extremas en otras latitudes, y prevé la renovación de ésta el tiempo
necesario hasta que cesen las condiciones que dieron lugar al otorgamiento de tal
Visa (Art. 58).
Luego en los artículos 83 y 84 no sólo reconoce la ciudadanía suramericana,
marcando pauta una vez más en el anhelado concepto de libre flujo de personas en el
marco de la integración regional, sino que además contempla que estos ciudadanos
suramericanos pueden entrar, salir y movilizarse libremente por el territorio
ecuatoriano con un documento nacional.
Los avances en la materia aquí tratada son de relevancia y significación
sustantivos, más aún en medio de la crisis migratoria que sacude a la humanidad en el
presente. Pero tal vez precisamente por eso, cabe aquí advertir riesgos y amenazas.
Hidalgo Tandazo (2013) toma nota de mejoramientos de las condiciones de vida en
el Ecuador. En ese sentido cita datos de la Comisión Económica para América Latina
(CEPAL), según los cuales Ecuador fue en 2011 el País con mayor inversión social
con respecto al PIB, ocupó en ese año el tercer lugar en crecimiento económico y fue
el segundo país que más disminuyó la pobreza a comienzos de la segunda década del
actual siglo XXI, por lo que el país ha recobrado un atractivo singular, más allá de la
majestuosidad de su geografía, riquezas naturales, medioambientales y
espectaculares paisajes.
Todo lo cual hace suponer que ante el mínimo desequilibrio o dificultades
socioeconómicas en cualquiera de los países del vecindario latinoamericano o fuera
de él, Ecuador podría recibir una oleada migratoria considerable, que comprometiese
la solvencia de parte de sus políticas públicas.
De allí que en este estudio se plantea la necesidad de propender hacia la
armonización de políticas en materia migratoria en toda la región, y luego como bloque
promover y enfatizar sobre la necesidad de sincronía global en este asunto tan
sensible. Esto requiere y significaría por parte del conjunto de las naciones en el
contexto internacional, un extraordinario abordaje y corajuda determinación para
encarar la crisis migratoria que sacude a la humanidad en el momento actual.
Lo que Ecuador protagoniza, de ser considerado e imitado por el resto de las
naciones latinoamericanas, se traduciría en el más contundente avance en torno al
enfoque de integración multidimensional, a la que aquí se ha hecho referencia.
El paso dado por Ecuador es digno de reconocimiento porque avanza como
ninguna otra nación hasta ahora, en atención práctica al valor supremo de la vida
humana en torno al hecho de la movilidad, pero al mismo tiempo supone y corre
considerables riesgos si esta iniciativa no es emulada por el resto de los países de la
región y del continente en general.
CONCLUSIONES
William Orlando Ojeda
Siendo la globalización un fenómeno sistémico, envolvente y poliabarcante, la
integración regional se erige como herramienta útil para el mejor desempeño de
nuestros países en la compleja escena global.
La integración suramericana ha vivido dos grandes momentos caracterizados éstos
por la dimensión económica en primer término, y luego otro cuyo mayor énfasis fue lo
político, pero ahora amerita ir un paso más allá en su evolución.
El esfuerzo integracionista requiere ganar atractivo para la población, en el sentido
de que los ciudadanos de los distintos países sientan su utilidad e incidencia positiva
en el quehacer cotidiano.
Se sugiere que el nuevo nivel del compromiso integrador sea el de la integración
multinacional, la que supone ir más allá de los aspectos económicos y políticos, en
una fase que los incluya con todo el peso que ambos tienen, pero que además
incorpore de manera concreta y fáctica asuntos sociales, culturales, migratorios,
académicos y otros.
Ecuador con su postulado de Ciudadanía Universal, libre movilidad humana, no
discriminación ni criminalización por condición migratoria, entre varios aspectos de
esta índole, plasmados en la Constitución de 2008 y la Ley Orgánica de Movilidad
Humana de 2017, da un paso vanguardista en la materia del libre flujo de personas,
como uno de los aspectos más relevantes de la integración multidimensional que en
este trabajo se resalta.
No obstante, más allá del meritorio reconocimiento frente a tan paradigmático
avance, el mismo supone riesgos considerables si no hay una sincronía y
armonización de políticas en torno al tema migratorio en los países del vecindario
latinoamericano e incluso fuera de él.
Estas amenazas, de no existir sincronía en el asunto migratorio en los distintos
países, implican que Ecuador podría convertirse en receptor de oleadas migratorias
capaces de poner en riesgo la solvencia de algunas de sus políticas públicas.
RECOMENDACIONES
Se sugiere la realización de nuevos trabajos que permitan identificar los ajustes (y
modificaciones) institucionales necesarios para la concreción de la
multidimensionalidad en la integración regional, en especial en lo relacionado al tema
migratorio, donde ha de haber sincronía regional y global.
La globalización como marco general, y luego la integración regional como proceso
específico, son dinámicas en pleno desenvolvimiento, por lo que se observan
dificultades metodológicas para su abordaje. Hay entonces espacio propicio, para
desarrollar trabajos ulteriores que permitan apuntalar diversos abordajes
metodológicos para estos fenómenos que se encuentran en evolución.
Se estima necesario nuevos estudios que permitan seguirle la pista al intenso
debate sobre atributos y deficiencias de la globalización como fenómeno en pleno
desarrollo, a los fines de avanzar en favor de un balance cuando menos parcial, que
permita esclarecer las tendencias e indicadores capaces de instrumentar nuevos
juicios en torno a este envolvente acontecimiento global.
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