No existe solo una cultura, son muchas culturas y subculturas, por este motivo
las personas asignan diferentes significados a la educación, al enseñar y al
educar. En este trabajo se partió del concepto de cultura adoptada por los
antropólogos, sociólogos e historiadores. Según Taylor la cultura debe ser
concebida como compleja, un conjunto de conocimientos, creencias, arte, moral,
leyes, costumbres construidos en una sociedad. Este conjunto compuesto de
una amplia diversidad que llamamos cultura es la herencia social que es
transmitida, compartida y aprendida de manera formal e informal.
El contexto cultural es ilimitable, por lo que obliga a seleccionar lo que se debe
enseñar, en esta selección ocurre exclusiones basadas en lo que en un
determinado momento los intereses consideran importante o no. En el sistema
educativo la selección de que enseñar se ve influenciada por el tiempo, el interés
y la conveniencia de factores sociales, económicos y políticos. En muchos casos
los docentes no están involucrados en la selección de que enseñar, tornándose
apenas transmisor.
Desde la antigüedad la enseñanza masiva ha estado atada a grandes
agrupaciones que viven de manera cercana, similar a una organización política
según Guthrie, siendo su principal misión enseñar aritmética y lectura. En el
siglo XIX, el enfoque industrial de la sociedad cambia la perspectiva referente al
aprendizaje, que pasa a una educación de transmisión de ensamblaje. Estar
dispuesto a aceptar que la educación está ligada a diferentes intereses de grupos
sociales vigentes en un determinado momento de la historia, podría explicar las
diferentes concepciones que encontramos de educación y validar que su
naturaleza no es neutral.
Considerando el paradigma de la complejidad, planteado por Edgar Morín
tenemos la posibilidad de dejar de lado esta forma reduccionista y simplificadora
de ver la educación, aceptando que, para mirar la educación, comprenderla y
mejorarla necesitamos una mirada multidimensional. Cuando hablamos de
mirada multidimensional nos referimos que la educación solo tiene sentido
inmersa dentro de un sistema mayor, que podríamos llamar de sociedad, que
está ubicado en un determinado tiempo y lugar.
Con mucha facilidad se escucha expresiones como “no es educada”, “no es
una buena educación”, “le falta educación”, estas expresiones perderían su valor
si consideramos lo planteado por Temporetti en su texto Revolviendo la
educación, cuando dice que no existe la no educación, lo que existe son
diferentes perspectivas. Todos los que pertenecen a un grupo social están
expuestos a la educación, sin que una institución educativa este presente.
Vislumbrar la educación de manera amplia e integradora requiere reconocer, que
esta es influenciada o direccionada por valores y creencias que tienen una
mirada hacia el futuro. “Es tan relevante esta cuestión que sin perspectivas de
futuro resulta difícil la educación, sin educación no hay futuro, pero sin futuro no
hay educación posible, viable.” (Temporetti, 2015, p. 5).
Con la mirada multidimensional que nos ofrece el paradigma de la complejidad
es importante analizar los términos enseñar y educar, que con mucha frecuencia
se utilizan indistintamente, como si fueran sinónimos, dejando de lado la
necesidad de utilizar con propiedad las palabras en la comunicación. En el latín
encontramos el origen de la palabra enseñar, “insignare”, que consiste en la
orientación hacia el camino a seguir, que puede ser ofrecido por un profesor,
padre u otra persona. Mientras que educar también con raíces latinas “educare”,
que significa guiar, conducir, mostrar el camino hacia el conocimiento.