Es verdad que hay inversión estatal porque se paga a los docentes, se editan
libros, en algunos centros fiscales y municipales, el Gobierno provee de refrigerio
escolar, que consiste en néctar de frutas, leche de sabores y granola en barras
energéticas, pero el objetivo académico no está enteramente cumplido, porque
muchos de los problemas de los educandos van más allá de la alimentación, de
la sumativa de notas, de las asignaturas recibidas; implica otros factores como
el buen trato, las buenas relaciones interpersonales en el aula, el compañerismo,
el exceso de tareas, el criterio personal del profesor a la hora de calificar, las
baterías sanitarias, el número de estudiantes por aula, los contenidos y su
relación con la realidad objetiva, por tanto, se quedan en reglamentos, leyes y
ordenanzas, porque no aseguran el apoyo incondicional, ni la satisfacción total
de necesidades académicas.
En cuanto a la Educación Superior, el Consejo de Educación Superior (CES)
del Ecuador, en sus considerandos hace alusión a artículos de la Constitución
de la República, de la Ley Orgánica Superior (LOES), del Reglamento de
Régimen Académico (RRA), estos artículos legales son sin duda un cúmulo de
ordenanzas para su aplicación; en base al modelo central estatal se deberá
impartir el conocimiento, organizar el currículo, las mallas, los syllabus, es decir
el macro, el meso y micro curriculum, sin que se consideren algunos aspectos
que son relevantes para el proceso de enseñanza-aprendizaje y donde el
docente la mayoría de veces es un actor pasivo que cumple con estas
ordenanzas pero en cuanto quiere aplicar otras estrategias de enseñanza se ve
limitado por la falta de insumos, de materiales, de espacios físicos, es decir, de
condiciones necesarias que ayuden a mantener la motivación a la enseñanza y
que impulse la motivación al aprendizaje.
Al respecto, Taba (1974) sostiene que sean cuales fueren los requerimientos
para lograr los resultados al poner en práctica el curriculum, el docente de
ninguna manera ha de convertirse en un mero ejecutor, sino que más bien ha de
ser él quien infiera y valide si lo planteado en el curriculum es útil para el
estudiante y para la sociedad en la que se lo aplicará.
El curriculum debe ser elaborado por el docente pues él sabe qué necesita
conocer y dominar el estudiante para resolver problemas desde su profesión
para ello cada conocimiento debe estar en relación con otro, es decir mirar el
prerrequisito y correquisito del aprendizaje. Es importante tener en cuenta los
estudios de demanda de la sociedad y deben estar considerados y establecidos
en los programas educativos de cada institución, de cada carrera; no obstante,
existen muchos vacíos en el curriculum porque a decir de Tyler y Herrick (citados
por Taba, 1974) “gran parte de las decisiones que producen cambios en la
organización del currículo se ha adoptado por presiones, pálpitos o
conveniencias y están fundamentadas por consideraciones teóricas definidas o
conocimiento comprobado” (p.6).
Hay que reconocer que el curriculum al ser establecido en su forma y
contenido, deja de lado aspectos que sin duda son relevantes y se enmarcan en
lo que Torres (1993) denominó “curriculum oculto” (citado por Avendaño, 2016),
mismo que consiste en todo aquello que no se considera como real, pero que
está presente de manera implícita y que influye en el proceso enseñanza-
aprendizaje, que motiva o desmotiva a las partes como por ejemplo las propias
creencias del docente, las experiencias de éste, las normas y reglas que se