La terapia grupal tiene su origen con Hersey Pratt (1872-1956), médico internista del
Hospital General de Massachusetts, observó que el proceso grupal parecía tener un efecto
terapéutico y que también ayudaba a disminuir el tiempo que debía destinar a cada enfermo
de forma individual. A su vez, podía promover un ambiente de solidaridad y cooperación. El
autor propone encuentros en cinco sesiones semanales de una hora de duración, al inicio
no se examinaban los síntomas de los asistentes, sino que se realizaban ejercicios de
relajación, de imaginación y conversaciones de orientación médica convenientes para los
pacientes. A medida que el tiempo transcurre aparecen otros investigadores que abordan la
temática, como Scheidlinger y Slavson (citados en Portillo Díaz, 2000) al inferir que la
“terapia de grupo tiene como objetivo terapéutico la conveniencia del grupo, bajo un proceso
social en el que el profesional especializado, utiliza la interacción emocional en el grupo,
para reparar la salud mental” (p.40).
De igual forma, (Carneiro, Teodor y Chicone, 2006), demostraron que la baja autoestima
es un factor desencadenante de situaciones de exclusión, abandono y maltrato frente a la
situación de amenaza vivida con la pareja con consecuencias negativas para la calidad de
vida de la víctima. Todos los seres humanos tienen necesidades de afecto, protección y
seguridad en el entorno familiar y en la comunidad. Así también, necesitan reconocer su
amor propio, confianza, reconocimiento, apreciación y admiración; sin embargo, cuando la
insatisfacción de ellas por procesos de violencia a los cuales son sometidas, genera
sentimientos de inferioridad e impotencia, provocando fracasos en su funcionalidad y
despertando procesos patológicos variados
Durante el mismo año, López, Apolinaire, Array y Moya (2006) realizaron un estudio
para analizar el nivel de autovaloración en las mujeres que han sido maltratadas, y concluye
que las mujeres que poseen una autovaloración positiva se sienten más confiadas,
capaces, aceptadas y respetadas con un sentido real de autodeterminación para manejar
sus relaciones de pareja. Este estudio se llevó a cabo en una muestra de 40 mujeres
violentadas a quienes se aplicó el Inventario de Coopersmith; el método que utilizó fue de
corte observacional analítico y concluye en que hay una relación significativa entre las
mujeres violentadas y la autovaloración.
Respecto a las ventajas de la terapia grupal en grupos de mujeres que han sido
víctimas de violencia de género (Ayats, Cirici y Soldevilla, 2008), en el cual se evalúo la
efectividad de una intervención grupal cognitivo-conductual en mujeres violentadas,
realizado con siete grupos de mujeres, bajo un método experimental, con sesiones
periódicas de 90 minutos, aplicando técnicas de autocontrol, asertividad y reconstrucción.
Los resultados indican mejoras significativas respecto a la depresión e histeria;
determinando que la terapia grupal es un proceso efectivo para el tratamiento con mujeres
que han sido violentadas.
Algo semejante ocurre con la propuesta de investigación de Hernández (2013),
enfocada a la atención psicológica grupal para las mujeres que padecen secuelas de la
violencia de género, la cual tiene por objetivo diseñar un programa con protocolos que
permitan atender las necesidades específicas de las mujeres afectadas. Este estudio utiliza
el método documental y técnicas de tipo vivencial aplicado a seis participantes, obteniendo
como resultado la creación del programa “Volver a ser Yo”, aclarando que el trabajo con
poblaciones vulnerables representa un reto, porque se deben cuidar los objetivos y planes
que se desea cumplir con sus participantes.
Posteriormente, se realizó otro estudio similar, pero esta vez el proceso de la terapia
grupal se aplicaría a mujeres deprimidas víctimas de violencia intrafamiliar en una muestra
no probabilística de 8 mujeres. El objetivo era determinar si un programa de terapia grupal
disminuye los niveles de depresión en las participantes, para ello se usó un diseño cuasi-
experimental y estadístico, y se aplicó el Inventario de Beck, instrumento que permitió
comprobar que el 88% de las mujeres evaluadas presentaban algún nivel de depresión,
señalando que la violencia intrafamiliar representa un alto riesgo para la salud mental de la
mujer, y que por esta razón la terapia grupal es una herramienta terapéutica que ayuda a
disminuir los niveles de depresión, siempre y cuando se asista permanentemente (Lemus,
2014).