víctima principal es el Estado. Hay que tomar en cuenta que, en cuanto a la sustitución de 
las medidas cautelares como las que se han adoptado en casos insignes de corrupción, 
donde las medidas sustitutivas como el grillete electrónico, han sido deficientes por las 
fallas técnicas y por la falta de control de estos dispositivos, han favorecido y posibilitado 
la fuga de los procesados, lo cual, es intolerable. 
Frente a delitos como los descritos en contra del Estado, es fundamental adoptar 
medidas que se ajusten a la brecha de criminalidad actual y garanticen transparencia y 
probidad, desde una normativa penal acorde con los intereses del Estado, más no con los 
intereses del poder político de turno. Los delitos de administración pública relacionados 
con el abuso de los dineros públicos, deben ser objeto de sentencias ejemplarizadoras en 
las que se pueda recuperar el dinero de las arcas fiscales cuando el Estado es la víctima 
de estas defraudaciones y, sobre todo, sancionar severamente a los infractores.  
La recuperación de la confianza en la administración de justicia se dará entonces, 
en la medida que se observen las sanciones a los culpables y se recuperen los bienes del 
Estado, para lo cual, hay caminos como la confiscación de los bienes de quienes han 
perpetrado  en  este  tipo  de  delitos  y  que,  a  pesar  de  ser  condenados,  buscan  los 
mecanismos de ocultarlos. Por tanto, es indispensable frenar el abuso de los poderes 
políticos, judicializar los delitos como es el caso del peculado, enriquecimiento ilícito, en 
cuyo caso, se requiere de una sólida respuesta del derecho penal, que, además, conllevará 
a la eliminación de la crisis de legalidad existente en el territorio ecuatoriano. 
Cabe destacar que la sociedad exige respuestas del poder judicial ecuatoriano, más 
aún, en los delitos relacionados con recuperación de los dineros públicos. Es decir, el 
poder judicial debe emitir sentencias coherentes con la norma, obligando al pago de daños 
y perjuicios causados, conforme a la realidad de los hechos y la gravedad de los delitos 
cometidos, para que no se abuse de la función pública durante el ejercicio de un cierto 
cargo inherente al poder político. 
A nivel de la sociedad existe gran incertidumbre con respecto a los cambios en la 
justicia, los mismos que, deben estar dados en base a un cambio en la normativa penal. 
El efecto multiplicador conocido es que tampoco cambiará el mensaje a la conciencia 
colectiva, la sociedad está infestada de noticias desalentadoras, en los distintos medios de 
comunicación masiva, que transmiten noticias de escándalos de corrupción a nivel de las 
altas esferas del poder político, informes represados del organismo principal de control 
para el efecto como la contraloría, fenómenos que dejan ver que la impunidad impera. 
En  ciertos  casos  se  ha  logrado  judicializar  los  tipos  penal  y  se  procesan,  pero 
lamentablemente, solo  los  de menor  cuantía,  lo  que  favorece  a quien ha  delinquido, 
abusando de la discrecionalidad que se suma a la crisis del sistema de justicia penal en 
grandes cuantías. Cabe señalar que, frente al común de las personas que cometen delitos, 
la respuesta es drástica en cuanto a la aplicación de las penas con respecto a los grandes 
actos de corrupción.  
Esta  cultura  de  corrupción,  en  cierta  medida  naturalizada,  es  parte  de  la 
ejemplificación de la pasividad en el actuar social, práctica común de la ciudadanía que 
en cierta medida se ha enajenado de la lucha en contra de la corrupción que se da en 
alcaldías, gobierno central, asamblea nacional, entre otros niveles de gobierno. Es común 
también observar que los elegidos para fiscalizar, es decir, asambleístas se ven envueltos 
en actos de corrupción, cuyas consecuencias les ha conllevado a la destitución, sumarios 
administrativos. 
Por otra parte, la formación profesional de actores políticos poco se ha considerado, 
a  pesar  de  la  necesidad  del  dominio  de  habilidades  inherentes  a  los  cargos  que 
desempeñan, en lo estrictamente profesional, así como en lo personal para garantizar 
probidad y calidad. Si bien, toda regla tiene su excepción, lo lamentable está en que la