El mundo exige que el individuo se adapte a sus cambios vertiginosos en la
parte educativa, económica, tecnológica, cultural y social, por lo que es necesario
que desde la docencia se innoven las prácticas educativas donde el estudiante es el
centro y dejar de concentrarse solamente en la transmisión de conocimientos
(Ambrosio, 2018). Para tal efecto, la socioformación propone los proyectos
formativos, los cuales se definen como un conjunto de actividades articuladas para
identificar, interpretar, argumentar y resolver problemas del contexto. Se estimula la
formación de estudiantes competentes, emprendedores y éticos al promover el
trabajo en colaboración (Tobón, Cardona, Vélez-Ramos y López-Loya, 2015).
Se ha probado que los proyectos formativos favorecen la formación integral de
los individuos y promueve cambios positivos en el rol del maestro al convertirlo en
un motivador y guía del conocimiento (Arnao, Medina, Calderón, Esquivez y Tello,
2014), teniendo un impacto positivo en ellos mismos, pero, sobre todo, en su
comunidad y contexto en general.
Tobón (2018) abunda en la idea de los proyectos formativos argumentando que
permiten a los alumnos aprender tal y como sucede en la vida cotidiana; en la forma
de resolver problemas; fortalece su motivación y la de los demás actores en su
comunidad; contribuye a mejorar sus condiciones de vida; y trascienden su
aplicación a otros ámbitos que van más allá de la escuela. Quizá el mejor cambio de
conducta se logre al ser ejemplo en los temas torales de la vida y la sociedad: ante
la alimentación, ante la violencia, ante la corrupción, etc. Eastmond (2005) dice que
la mejor manera de promover cambios es estimulándolos desde la acción, a través
del ejemplo, ya que se ha probado que el contacto directo con personas que
muestran congruencia entre lo que dicen y lo que hacen tiene un alto impacto entre
quienes se están formando. Por si fuera poco, Tahini, Nakayama, Dibrova y Dadykin
(2018) lo refuerzan al decir que cuando el estudiante reconoce que sus esfuerzos de
aprendizaje le traen resultados en la práctica, se genera un estímulo incondicional
para seguir estudiando e incrementa su motivación hacia el aprendizaje.
El modelo educativo de una universidad se define como la visión compartida del
tipo de formación que se pretende lograr en todos los actores de la comunidad
universitaria (estudiantes, docentes, directivos, egresados y comunidad), integrando
la investigación, el emprendimiento y la vinculación con la sociedad. Busca
responder a los retos y necesidades de la comunidad, las organizaciones, la ciencia,
la tecnología, el ambiente, la calidad de vida, el desarrollo socioeconómico y la
sostenibilidad ambiental. Comprende la filosofía, los principios, la epistemología y
los lineamientos generales que deben considerarse en todos los ámbitos de la
institución, de acuerdo con las funciones sustantivas de las instituciones de
educación, en el marco de la ley y la autonomía.
La sociedad está teniendo cambios radicales en todos los ámbitos y en poco
tiempo ha pasado de la sociedad industrial a la sociedad de la información, tal y
como puede verse en la cultura actual centrada cada vez más en lo digital. Sin
embargo, el reto es crear y vivir en la sociedad del conocimiento, de tal manera que
se fortalezca la convivencia, el emprendimiento, la calidad de vida, la cultura de la
paz, el sentido de la vida, la economía a escala humana y la sostenibilidad
ambiental, mediante la gestión y cocreación del conocimiento científico a través de
fuentes rigurosas. Esto implica para la Universidad Tecnológica Indoamérica
trabajar con las comunidades en el mejoramiento de sus condiciones de vida, con
base en la resolución de los problemas prioritarios mediante la autogestión y el
empoderamiento, con análisis crítico y sistémico, trabajo colaborativo entre todos los