Para Bernal (2017), los padres, docentes y la sociedad en general deberían enfocarse
en la formación de niños y adolescentes para encarar el futuro y sus obstáculos, se
da por hecho de manera errónea, puesto que los nativos digitales dominan y
comprenden lo que leen; porque tienen facilidad para el manejo de las nuevas
tecnologías, dejando de lado la lectura, ya sea por aburrimiento o simplemente porque
no les llama la atención, lo que trae como consecuencia deficiencias lectoras.
Sin embargo, la problemática se torna aún más preocupante, porque existen
docentes que carecen de hábitos lectores, por este motivo es casi imposible inculcar
lo que no se practica, incurriendo en el mismo ciclo de falta de prácticas lectoras; que
debe ser estudiado, corregido y consolidado en toda la sociedad. Roja y Cruzata
(2016) considera que el fenómeno aqueja a la mayoría de los países en vías de
desarrollo; y sobre todo a la población del área rural.
De acuerdo con Cortés y García (2017), el estímulo no solo proviene de la técnica
del maestro o de su estrategia pedagógica; también se requiere de la intervención de
factores como la ubicación del estudiante en el aula, el área física, los recursos y
materiales didácticos e incluso menciona la postura del docente, al momento de iniciar
una lectura; creando un ambiente agradable para motivar a los niños a leer; pero
buscando estimular ese deseo de continuar haciéndolo. Cabe indicar, que para que
un infante se sienta motivado a la lectura, el material que va a usar el profesor debe
despertar su curiosidad y ser contextualizado, es decir, presentar situaciones
familiares para el niño, que no resulten ajenas a su entorno; y que, a su vez, capten
su atención.
Para Serna et al. (2017) el estímulo para el desarrollo del hábito lector proviene
de imitar a adultos que estén cercanos a su entorno y que los niños consideren
importantes. Según lo expuesto, se mantiene la esencia de comportamiento por
imitación, donde los infantes van a emular la conducta integral de los progenitores,
esto por ende incluye la práctica de la lectura. Se puede decir entonces, que el buen
lector no nace, se hace; ya que resulta imposible la idea de un hogar con niños que
gusten de la lectura con padres que tengan otras afinidades, las conductas se
transmiten de acuerdo con las costumbres del entorno familiar. En este caso, el
maestro debe convertirse en el nexo que el infante no posee en casa, para el
acercamiento a la costumbre lectora.
La responsabilidad de estimular a los niños a la lectura debe ser por parte de sus
padres, la escuela y la sociedad, debería darse de forma natural. Este fenómeno
cultural se produce en muchas sociedades como la francesa o rusa, donde el gobierno
impulsa proyectos tan masivos, que toda la población ve a la lectura como una
actividad propia del ser humano y no como un simple proceso que se realiza para
aprobar una determinada asignatura. Es así como, la delgada línea entre amar y
rechazar la lectura, señalando al centro de educación como responsable directo de
este suceso, puede incidir en la vida de todos aquellos infantes que pasan por sus
aulas. (Bernal, 2017)
Un aprendizaje integral, con un ambiente agradable y con libre pensamiento van
a influir de modo positivo en la motivación lectora. La sociedad por otro lado posee
también gran influencia en este aspecto, lo que se ve en televisión, redes sociales y
la radio trascienden en la mente del niño, partiendo desde un mensaje publicitario
cotidiano hasta la comprensión textual de alguna obra emblemática de literatura, son
un conjunto estimulante para la imaginación de un novel lector.
De lo antes expuesto, se puede establecer la siguiente pregunta de investigación:
¿cómo motivar a los niños a la lectura de forma eficaz en edades tempranas? De esta