Enero - junio, 2022
Vol. 6, No. 12
e-ISSN: 2602-8247
https://doi.org/10.53877/rc.6.12.20220101.01
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mcrevistas@gmail.com
ETICA DEL CUIDADO EN ENTORNOS DE EDUCACION
SUPERIOR ANTE LA COVID-19
ETHICS OF CARE IN HIGHER EDUCATION
ENVIRONMENTS TO DEAL WITH COVID 19
Rosalba Contreras Ponce
1
María Isabel Loza Vaqueiro
2
Recibido: 2021-10-05 / Revisado: 2021-11-18 / Aceptado: 2021-11-25 / Publicado: 2022-01-01
RESUMEN
La pandemia por COVID-19 visibiliza la importancia del cuidado como una de las
estrategias para detener los contagios, ante el paulatino regreso a clases para el ciclo
escolar 2021-2022 en México, las instituciones educativas de todos los niveles
enfrentan grandes retos. En el nivel superior, las medidas de seguridad tienen que
responder a la oferta educativa, proyectos de investigación, trabajo de extensión
universitaria, entre otros, lleva a plantear la pregunta: ¿qué están haciendo las
universidades para evitar contagios y promover la corresponsabilidad del cuidado?
En este sentido, el objetivo del artículo es compartir los aprendizajes y desafíos que
ha significado la continuidad de un programa universitario de intervención comunitaria
ante la pandemia y el retorno a actividades presenciales, con la finalidad de iniciar un
diálogo sobre el cuidado entre las comunidades universitarias. Se plantea la ética de
cuidado como punto de partida para visibilizar el trabajo de cuidado dentro de la vida
pública y como estrategia para fortalecer los protocolos de bioseguridad. El artículo
recupera la sistematización del programa, la discusión de grupos focales entre
alumnos y egresados, así los protocolos de bioseguridad ante el regreso a actividades
presenciales.
Palabras claves: ética de cuidado, educación superior, intervención comunitaria,
protocolos de bioseguridad, Covid-19.
1
Estudiante del Doctorado Interinstitucional en Economía Social Solidaria, Universidad Autónoma Chapingo.
México. E-mail: rcontreras4@hotmail.com / https://orcid.org/0000-0001-7397-6563
2
Profesora de asignatura ENES, Unidad León de la Universidad Nacional Autónoma de México. México.
mlozav@enes.unam.mx / https://orcid.org/0000-0003-2003-5334
Forma sugerida de citar: Contreras-Ponce, R. y Lozada-Vaqueiro, M. I. (2022). Ética del cuidado en entornos de
educación superior ante la COVID-19. Retos de la Ciencia. 6(12). 1-12.
https://doi.org/10.53877/rc.6.12.20220101.01
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Revista Científica Retos de la Ciencia. 6(12), pp. 1-12
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ABSTRACT
The COVID-19 pandemic had made visible the importance of care as one of the
strategies to stop contagions, given the gradual return to classes for the 2021-2022
school year in Mexico, educational institutions of all levels face great challenges. At
the higher level, security measures have to respond to the educational offer, research
projects, university extension work, among others, it leads to the question: what are
universities doing to avoid contagion and promote shared responsibility of care? In this
way, the objective of the article is to share the learnings and challenges that the
continuity of a university program of community intervention in the face of the
pandemic and the return to face-to-face activities has meant, in order to initiate a
dialogue on care among university communities. The ethics of care is proposed as a
starting point to make care work visible in public life and as a strategy to strengthen
biosafety protocols. The article recovers the systematization of the program, the
discussion of focus groups between students and graduates, as well as the biosafety
protocols before returning to face-to-face activities.
Key Words: ethics of care, higher education, community intervention, biosafety
protocols, covid-19.
INTRODUCCIÓN
A finales de 2019, se hizo público en la esfera internacional la aparición del
coronavirus SARS-Cov-2 en China, nadie se imaginó la magnitud de la pandemia. El
11 de marzo de 2020 la Organización Mundial de la Salud (OMS), declaró que la
COVID-19 pasaba de ser una epidemia a una pandemia, bajo este contexto, en
México, el 16 de marzo de 2020 se publicó en el Diario Oficial de la Federación el
acuerdo número 02/03/20 con la suspensión de clases “en las escuelas de educación
preescolar, primaria, secundaria, normal y demás para la formación de maestros de
educación básica del sistema educativo nacional, así como aquellas de los tipos
medio superior y superior dependientes de la Secretaría de Educación Pública” (DOF,
16 de marzo 2020). El periodo de suspensión de clases comprendía del 23 de marzo
al 17 de abril de 2020, sin embargo, se extendió por 17 meses.
En julio de 2021 el presidente de México señaló el regreso a clases para el ciclo
escolar 2021-2022 a nivel básico, lo que generó posturas a favor y en contra, a pesar
de que la primera fase de vacunación inició el 24 de diciembre de 2020, se acordó
fuera de manera voluntaria y con respectivos protocolos de seguridad en cada nivel.
A nivel superior, cada institución ha tomado las medidas pertinentes ante la pandemia,
algunas no han regresado a clases, por tal razón, el 29 de septiembre el presidente
hizo un llamado a las universidades para retomar hacerlo (Carrillo, 2021). El reto es
mayor dentro de las universidades, los protocolos de seguridad deben responder a la
diversidad de tareas que realizan, no lo debe responder al regreso a aulas, sino
también a aquellas de vinculación con otras instituciones u organizaciones de la
sociedad para cumplir con los objetivos establecidos dentro de los programas de
licenciatura o posgrado, los proyectos de investigación, de extensión universitaria, de
difusión de la cultura, entre otros.
La elaboración de protocolos de seguridad conlleva una discusión, análisis y
propuestas sobre las medidas que deben tomarse para evitar o reducir el número de
contagios. Desde la Universidad Nacional Autónoma de México se ha establecido
protocolos de bioseguridad, además se generó la aplicación UNAM Salud COVID-19,
que permite identificar los riesgos que enfrenta la comunidad universitaria de enfermar
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por SARS-CoV-2, es una herramienta digital que busca promover la colaboración,
responsabilidad y el mayor cuidado entre quienes integran la población universitaria
para ayudar a disminuir y evitar, en lo posible, las cadenas de contagio (Gaceta-
UNAM, 2021).
En la Escuela Nacional de Estudios Superiores, Unidad León, UNAM (ENES
León) el regreso paulatino de actividades semi-presenciales, se inicia en el primer
semestre del calendario escolar 2022 que comprende de agosto a diciembre de 2021
(El financiero, 2021), con una serie de protocolos de bioseguridad que se deben
seguir y están compilados en el Manual de Procedimiento de Bioseguridad para la
ENES León & San Miguel de Allende. En este contexto, se presenta el proceso de
continuidad del Programa de Intervención Comunitaria (PIC) de la licenciatura en
Desarrollo y Gestión Interculturales (DGI) durante la pandemia, el objetivo es
compartir los aprendizajes y desafíos que ha presentado, con la finalidad de generar
un diálogo para construir colectivamente alternativas y propuestas que respondan a
los retos que implica el retorno paulatino de las actividades presenciales en diferentes
espacios.
El PIC retoma la ética de cuidado como punto de partida para visibilizar el trabajo
de cuidado dentro de la vida pública y como estrategia para fortalecer los protocolos
de bioseguridad. Como señala Boaventura de Sousa (2020) en La cruel pedagogía
del virus, la COVID-19 está dejando aprendizajes y abre paso a reflexionar la forma
en que se vive, desde este programa la pandemia abre la pauta para promover una
ética de cuidado entre la comunidad universitaria y al mismo tiempo visibiliza el
cuidado como un tema de la agenda pública, porque todo ser vivo requiere de él y es
necesario para la reproducción de la vida. Durante la pandemia el programa llevó a la
reflexión de la importancia del cuidado entre el alumnado, profesores, administrativos
y la comunidad en general, vislumbrando la ética de cuidado como una de las
estrategias para fortalecer los protocolos de bioseguridad. En este sentido, se
comparte la experiencia del programa con un antes y un durante la pandemia, así
como los aprendizajes y retos que implica el regreso a actividades presenciales.
DESARROLLO
La vida universitaria está marcada por un antes, durante y actual retorno a actividades
presenciales por COVID-19, el Programa de Intervención Comunitaria de la
licenciatura en Desarrollo y Gestión Interculturales no es la excepción. En este
sentido, se contextualiza el programa, sus objetivos, etapas y la comunidad de
intervención, se continúa con su implementación antes de la pandemia; después la
forma en que se llevó a cabo durante el periodo de aislamiento y, por último, la ética
de cuidado ante el retorno a actividades presenciales como una apuesta para
fortalecer los protocolos de bioseguridad.
Programa de Intervención Comunitaria
El Programa de Intervención Comunitaria (PIC) inició en 2018 para fortalecer la
formación de sus alumnos con el objetivo de generar un entorno significativo en el
proceso de enseñanza-aprendizaje mediante su intervención en escenarios sociales
concretos para la aplicación de los conocimientos y competencias adquiridos en
clases, así como evaluar su futuro quehacer profesional y reflexionar sobre su
pertinencia social (Programa de Intervención Comunitaria, 2018). El programa se lleva
a cabo a través del taller de intervención comunitaria, en principio fue una asignatura
complementaria sin créditos, en la actualidad es una asignatura optativa con créditos.
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La propuesta de Barbero y Cortés (2005) sobre trabajo comunitario fue uno de los
referentes para delimitar el proceso de intervención del programa; si bien hay diversas
perspectivas sobre en qué consiste y cómo se debe realizar el trabajo en
comunidades la mayoría coinciden en que este no es asistencial, sino que busca el
empoderamiento de las comunidades con las que se trabaja, estos autores señalan:
[...] entendemos por trabajo comunitario un tipo de actividad que pretende la
organización de poblaciones. Se trataría de una práctica organizativa que realizan los
profesionales de la intervención social y en torno a ciertos objetivos colectivos. Lo
que el trabajo comunitario pretende es abordar la transformación de situaciones
colectivas mediante la organización y la acción asociativa. Se trata de una tarea que
se encara con el reto de constituir y sostener un grupo (o varios) en torno a la
elaboración y a la aplicación de proyectos de desarrollo social” (Barbero y Cortès,
2005, p. 18).
El escenario social concreto del PIC es la comunidad de San Juan de Abajo (SJA)
en León, Guanajuato que se ubica al sur de la ciudad de León, es parte de los ocho
polígonos de pobreza del municipio (IMPLAN, 2014), en el diagnóstico municipal
(IMPLAN, 2019) se indica que más del 70% de la población presenta pobreza
extrema. Cabe señalar que en los últimos 20 años la población de San Juan de Abajo
se ha incrementado, la causa principal es el proceso de migración derivado de la
venta de terrenos por parte de los ejidatarios, sin embargo, el proceso de urbanización
es irregular dado que no se cumplen con los criterios establecidos para uso de suelo
habitacional, además de la falta de cohesión social entre los nuevos habitantes por
no compartir los mismos códigos culturales, al provenir de diferentes localidades del
municipio o del estado, incluso de otros lugares del país.
De acuerdo al Censo de Población y Vivienda 2020 en los principales resultados
por localidad (INEGI, 2021) en SJA habitan 7,559 personas, 3,728 son mujeres y
3,831 hombres; el promedio de hijos es de 2.45; el grado promedio de escolaridad es
de 6.51 años, por debajo de la media nacional que es de 9.7; la población
económicamente activa asciende a 3,263; el 31.7% de la población no tiene a
afiliación a los servicios de salud, el 36.3% está afiliada a servicios de salud en el
Instituto de Salud para el Bienestar, lo que indica que el 68% no cuenta con seguridad
social por un empleo formal; existen 1,830 viviendas en la comunidad, de la cuales
1,639 son viviendas particulares habitadas, de éstas sólo disponen de agua entubada
315, es decir, aproximadamente el 80% de la viviendas no cuenta con agua en su
interior, el acceso a este vital líquido es un problema para la mayoría de su población;
en cuanto al drenaje el 85.6% cuenta con este servicio; en los servicios de
conectividad sólo el 2% de la viviendas cuenta con servicio fijo de teléfono, el 81.3%
cuenta con teléfono celular y sólo 10% disponen de Internet (Secretaría de Desarrollo
Social, s/f). Los datos muestran la vulnerabilidad de las personas que habitan en SJA,
situación que se complejiza con la pandemia.
La selección de la comunidad se dio a partir de la vinculación con el Centro de
Desarrollo Comunitario en San Juan de Abajo de la Fundación León A.C. Se acordó
que el programa fuera un espacio de encuentro e intercambio de experiencias entre
la Universidad, la Fundación, la comunidad y de aquellos actores sociales que
apostaran a mejorar las condiciones de vida de las personas, cada uno con sus
propias acciones, pero de manera coordinada. En este contexto, se plantea el
programa a tres años, con las siguientes apuestas: Fortalecer el proceso de
enseñanza-aprendizaje de los alumnos de DGI; Contar con continuidad y presencia
en la comunidad más allá de un periodo escolar; y la articulación con diversos actores
sociales. El programa se planteó en 6 etapas, cada una vinculada con la duración de
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un semestre escolar: 1) Acercarse a la comunidad, 2) Establecer líneas de acción, 3)
Intervención comunitaria, 4) Gestión social y autogestión, 5) Evaluación del proceso
y 6) Experiencia referencial.
Antes de la pandemia
Las tres primeras etapas se realizaron sin presencia de la pandemia, es decir, el
segundo semestre de 2018 y 2019. La primera etapa consistió en conocer tres de los
ochos sectores de San Juan de Abajo, se hizo un diagnóstico general a través de
recorridos por la comunidad, guías de observación, elaboración de mapas, entrevistas
a representantes o líderes comunitarios, participaron alumnos de primer y tercer año.
En la siguiente etapa, la del semestre enero-junio 2019, se retomaron los resultados
de la primera etapa, con algunas modificaciones para continuar con la segunda etapa.
De los tres sectores abordados en la primera etapa se optó por dar seguimiento a San
Joaquín y Poniente Sur, se dejó el sector San Juan Bautista por el trabajo cercano
que realiza Fundación León y los recursos limitados del programa. En esta etapa se
elaboraron los diagnósticos participativos en los sectores San Joaquín y Poniente, se
identificó la cohesión social como el eje central de intervención social con sus líneas
de acción: Mejora del entorno, Espacios de convivencia, Organización vecinal y
Sensibilización de problemáticas, participaron alumnos de primer, segundo y tercer
año (García, Autora 1 y Autora 2, 2019).
La tercera etapa del semestre agosto-diciembre 2019 se comenzó con las
actividades de intervención comunitaria, orientadas a fortalecer el tejido social de la
comunidad de San Juan de Abajo, particularmente en los sectores San Joaquín y
Poniente Sur. Se realizaron clases de zumba, juegos de mesa entre vecinos,
actividades manuales, etc. Sobresale la creación de “Bertha la huácala viajera”, es
una caja con libros, juegos de mesa y un diario que recorrió los hogares de los
sectores para fomentar la interacción entre los integrantes de la familia, la gente
estableció las reglas y escribía en el diario su experiencia, la creación de Bertha
implico la organización de una campaña dentro de la ENES, Unidad León para
solicitar donaciones de juegos de mesa y libros, la respuesta de la comunidad
universitaria fue generosa. (Autora 2 y Autora 1, 2019). En esta etapa, se inició un
proceso análisis y reflexión sobre los límites y posibilidades del programa,
considerando los recursos humanos como equipo y la falta de recursos económicos
para la llevar a cabo otras actividades establecidas en las líneas de acción, tales como
la creación de huertos comunitarios, la separación de basura para hacer composta,
etc., por consiguiente, se planteó gestionar proyectos para fortalecer el proceso y los
alumnos de segundo año formaron el Colectivo Estudiantil de Intervención Social
(CEIS). Sin embargo, nadie se esperaba una pandemia a nivel mundial que
modificaría la forma de interacción de las familias, la comunidad, el trabajo, la escuela,
los amigos, etc., cambiando las prioridades y tratando de buscar respuestas a la
nueva coyuntura, pero también viene a cuestionar esta modernidad liquida planteada
por Bauman “la sociedad moderna líquida es aquella en que las condiciones de
actuación de sus miembros cambian antes de que las formas de actuar se consoliden
en unos hábitos y en unas rutinas determinadas” (2013a, p.9), el aislamiento social
abre la pauta para repensar sobre el tipo de sociedad que se tiene.
En la cruel pedagogía del virus, Boaventura de Sousa (2020) lleva a cuestionar
sobre la manera de vivir ante de la COVID-19 y abre la puerta para repensar otras
formas, pone en la discusión varios elementos y posibilidades de imaginar soluciones
ante una realidad tan compleja, es una invitación a repensar sobre los espacios en
los que uno se encuentra inmerso dentro de la sociedad e imaginar soluciones para
reorientar el actuar, desde las universidades en cada una de sus áreas ha implicado
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una serie de discusiones sobre cómo continuar y con las medidas necesarias de
seguridad, la tarea no ha sido sencilla porque aún la incertidumbre continúa presente.
A principios del siglo XXI, Bauman (2015) en libro Vidas desperdiciadas hace una
invitación a dirigir otra mirada al mundo moderno, de la misma forma que Boaventura
De Sousa la hace al inicio de la pandemia.
La pandemia ha durado más de lo previsto, “otorga una libertad caótica a la
realidad y cualquier intento de aprisionarla analíticamente está condenado al fracaso,
ya que la realidad siempre va por delante de lo que pensamos o sentimos sobre ella”
(De Sousa, 2020, p. 8), es por ello importante compartir lo aprendido y conocer otras
experiencias que permitan construir un diálogo e intercambio de saberes sobre lo que
se hace en diferentes espacios de las universidades. En este sentido, se comparte la
experiencia de lo que ha implicado continuar con el proceso de intervención
comunitaria en San Juan de Abajo desde el PIC en una coyuntura tan compleja como
ha sido el confinamiento por la pandemia.
Durante la pandemia
La pandemia trastoca la dinámica de cada uno de los hogares y el entorno en el que
se desenvuelven las personas, dentro del taller de intervención comunitaria el proceso
se transfiguró y al mismo tiempo permitió imaginar otras posibilidades para intervenir
en la comunidad, al inicio de la pandemia los primeros retos a enfrentar fueron 1) la
adaptación de las clases al formato virtual, 2) la suspensión de visitas a la comunidad
y 3) los limitados recursos económicos del taller. Las etapas de la 4-6 del programa
se trataron de llevar en lo posible y haciendo compatible con los retos.
El primer reto implicó el cambio de la modalidad presencial a la virtual, una forma
de tomar clase que era ajena a la totalidad del estudiantado y las profesoras. Nunca
se habían usado aulas virtuales para el taller de intervención, en equipos se trabajaba
la distribución tareas asignadas y en plenaria se compartían los resultados, se hacían
los ajustes necesarios para las actividades a realizar en la comunidad, los contenidos
y formas de trabajo se tuvieron que modificar para formato virtual , los alumnos
tuvieron que adaptar su espacios privado para tomar clases y otros tantos tuvieron
que incorporarse al mercado laboral para responder a las necesidades familiares que
implicaba el aislamiento. Se utilizaron diversas plataformas o redes sociales, como el
zoom, grupos de WhatsApp, videollamadas, entre otras. En este lapso, egresan e
ingresan dos generaciones, se dio el cambio generacional dentro del taller, hubo
quienes estuvieron trabajando con la comunidad, otros que sólo la conocían por
comentarios de sus compañeros. En la discusión de los grupos focales, los alumnos
que no lograron ir a la comunidad sintieron frustración, les faltó ese contacto con las
personas, pero también implicó retos, sobre cómo dar la continuidad.
La suspensión de visitas a la comunidad fue otro de los retos, se plantean las
preguntas ¿cómo hacer intervención comunitaria sin ir a San Juan de Abajo?, ¿cómo
continuar con el proceso con la escasa conectividad de la comunidad? En un principio
fue a través de llamadas telefónicas, después se hizo a través de la elaboración de
fanzines y mensajes, imágenes o audios por WhatsApp, “Bertha la huácala viajera”
dejo de visitar los hogares por la COVID-19. Una de las actividades sobresalientes
durante el confinamiento fue la colecta de cobijas para la temporada invernal, se hizo
una campaña con flyers que se difundieron en páginas de Facebook y a través de
WhatsApp, mismas que se entregaron en diciembre de 2020 en la comunidad (Autora
2 y Autora 1, 2020).
El tercer reto sobre los limitados recursos económicos del taller resalta el esfuerzo
de los alumnos para conformarse como CEIS y concursar por el Premio Municipal
Juventudes 2019 por parte del Instituto Municipal de la Juventud (IMJ), como una
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apuesta para obtener recursos para el programa, lamentablemente, no lograron
clasificar; en 2021 vuelven a participar, siendo finalistas. Si bien, no lograron el
premio, su proceso es interesante, se constituyeron como grupo, se organizaron y en
este último concurso, lo hicieron a pesar de las limitaciones de la pandemia, llegaron
a ser finalistas y con ello, conocer otros colectivos. Esta experiencia de organización
estudiantil persiste hasta hoy y les ha permitido aprender a hacer difusión de su
trabajo, elegir representantes, el reto ahora es pasar la estafeta a las nuevas
generaciones de DGI que no han estado involucradas en el proceso.
Desde la licenciatura de DGI a finales de 2020 se elaboró el proyecto “Pensar,
crear y compartir. Nuevas formas de trabajo en contextos de aislamiento para la
continuidad en procesos de intervención social” para participar en la convocatoria
2021 del Programa de Apoyo a Proyectos para Innovar y Mejorar la Educación
(PAPIME), mismo que fue aprobado y ha permitido realizar las actividades durante el
2021, se continúa con la elaboración de fanzines, se retoma la presencia en la
comunidad, la elaboración de macetas, cultivo de semillas, entrega de plantas,
intercambio de saberes sobre plantas medicinales, realización de videos pequeños,
prueba piloto de un podcast, encuentro entre egresados y alumnos, sistematización y
evaluación del programa, entre otros. Los retos implican aprendizajes, imaginar y
construir alternativas ante los obstáculos, surgen nuevas miradas y se visibilizan las
ausencias o el reconocimiento de aspectos que son fundamentales para continuar
avanzando, como el tema de cuidado.
La primera visita a la comunidad durante la pandemia se hizo en mayo de 2021,
se realizó una propuesta de protocolo de seguridad para implementar medidas de
cuidado entre la comunidad universitaria para evitar contagios, este protocolo fue
revisado y comentado por las autoridades correspondiente, se solicitaron algunas
modificaciones. A partir de ase comienza a visibilizar la importancia del cuidado y
el trabajo que requiere, lo que conlleva a pensar en la ética de cuidado que conlleva
asumir la responsabilidad que tienen todos en el cuidado y que no depende de unos
cuantos.
La visita se redujo a sólo diez personas, ocho alumnas y dos profesoras, sirvió
para retomar el contacto con la comunidad y señalar las actividades a realizar durante
el siguiente semestre agosto-diciembre 2021, que coincide con el regreso paulatino
de actividades semi-presenciales, este semestre se inicia con una serie de protocolos
de bioseguridad. Desde el taller se incluye el tema de ética de cuidado como
estrategia para fortalecer los protocolos a seguir, por ser el cuidado una de las formas
para controlar la pandemia. Sin embargo, al incursionar en el tema se percibe su
complejidad, el cuidado ha sido invisibilizado, relegado a la esfera privada y a cargo,
en su mayoría, de las mujeres. La ética del cuidado permite reconocer que es una
tarea de todos e intergeneracional, así como parte de la agenda pública, incluir dentro
del taller implicó incursionar en un tema que no había sido considerado.
Ética del cuidado ante el regreso a actividades presenciales
El trabajo de cuidados se ha visibilizado con la pandemia, a pesar de estar siempre
presente en la vida de cada persona, en la mayoría de las ocasiones es
desapercibido, sin él no es posible sobrevivir, “el vínculo del cuidado es el que nos
permite sobrevivir, crecer y desarrollarnos biológica y culturalmente. Pero el
reconocimiento mutuo de la dignidad, de la necesidad de amor y estima es
indispensable para llevar adelante una vida buena, una vida feliz” (Cortina, 2013,
p.98). El cuidado es imprescindible para sobrevivir, la calidad con que se ofrece
proporciona los elementos necesarios para tener una vida feliz. Sin embargo, la tarea
no es cil, el trabajo de cuidado es necesario en las diferentes etapas de la vida,
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lamentablemente, la responsabilidad queda en manos de algunas personas, porque
existe una distribución desigual, si bien, todas las personas en algún momento de su
vida requieren de trabajo de cuidados, no todas las personas lo hacen.
El trabajo de cuidados son todas aquellas actividades que permiten satisfacer la
necesidades básicas y cotidianas de aquellas personas que no pueden valerse por sí
mismas, como los niños, los enfermos, los adultos mayores, etc., “el trabajo de
cuidados remite a todas aquellas actividades que tienen por objetivo la satisfacción
de las necesidades básicas y cotidianas de otras personas” (Carrasquer, Torns y
Grau, 2015, p.113), esta gran responsabilidad recae en gran medida en las mujeres
ocasionando “repercusiones negativas en las trayectorias laborales y sociales a lo
largo de sus vidas” (D´Argemir Cendra, 2016, p.11). porque reducen las actividades
vinculadas al ocio que son una la ventana que dan sentido a la vida, en la medida que
abren otras posibilidades de vida (Callejo, 2015, p.171), ante la carga del trabajo de
cuidado no es posible desenvolverse en otros espacios.
Esta situación se complejiza con la pandemia, “la cuarentena será particularmente
difícil para las mujeres y, en algunos casos, puede ser peligrosa. Las mujeres son
consideradas «las cuidadoras del mundo», prevalecen en la prestación de cuidados
dentro y fuera de las familias” (De Sousa, 2020, p.46). En el caso de la comunidad de
San Juan de Abajo, el trabajo de cuidado se ha incrementado para las mujeres, tienen
la responsabilidad de asistir a sus hijos en educación básica en sus clases en línea,
otras tienen que buscar en la comunidad quién pueda compartir la señal de internet
para que sus hijos puedan tomar sus clases, otras más se han incorporado al empleo
temporal, sin dejar el trabajo de cuidado y en algunos casos son apoyadas por otras
mujeres.
Entre una de las lecciones que deja el virus, es que el colonialismo y el patriarcado
están vivos y se fortalecen en tiempos de crisis aguda (De Sousa, 2020, p.72), pero
al mismo tiempo, abre la posibilidad de repensar y actuar hacia otras posibilidades,
como el cuidado, “si la actitud cuidadora pertenece al ser más profundo de los seres
humanos y hunde sus raíces en su ser animales, es evidente que debe ser propia
tanto de mujeres como de varones” (Cortina, 2013, p. 45), el cuidado como una tarea
de todos.
Pensar el trabajo de cuidados no sólo en la familia, sino en la esfera pública y
privada implica una nueva forma organización social de los cuidados, “supone una
ruptura epistemológica respecto a los usos anteriores del concepto de cuidado, que
se limitaba a la esfera familiar, a las emociones y a la identidad de género” (D´Argemir
Cendra, 2016, p.12) y el cuidado de mismo. La pandemia también muestra la
ausencia del cuidado de mismo de algunas personas con enfermedades
comórbidas y que generan una carga familiar, solo por el hecho de no cuidarse a
mismas o no tomar las medidas de prevención o control. El cuidado de mismo es
una práctica de autoformación del sujeto, es el ejercicio de uno sobre mismo
mediante el cual se intenta elaborar, transformar, y acceder, a un cierto modo de ser,
ocuparse de sí, cuidar de sí, permite conocerse, el cuidado es una práctica de libertad
(Foucault, 1984). El cuidado como práctica de libertad en la pandemia, es cuidar de
mismo y al mismo tiempo conlleva al cuidado de los otros, reduciendo el número
de contagios y muertes, las medidas sanitarias más que una condición de control es
la forma de retomar las actividades suspendidas y volver a retomar los espacios que
permiten ejercer la libertad.
De acuerdo a Foucault (1984), la libertad es la condición ontológica de la ética;
pero la ética es la forma reflexiva que adopta la libertad, el cuidado como práctica de
libertad. Cortina señala que la ética también sirve “para recordar que los seres
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humanos necesitamos ser cuidados para sobrevivir y que estamos hechos para cuidar
de los cercanos, pero también para recordar que tenemos la capacidad de llegar hasta
los lejanos, creando vecindarios nuevos” (2013, p.54), la ética del cuidado sirve para
sobrevivir, permite la reproducción de la vida, sin los cuidados no es posible. La
pandemia en México ha dejado 284,381 muertes confirmadas por COVID-19
(Secretaría de Salud, 2020), aunque pueden ser más. Lamentablemente no sólo es
un número, es una historia de vida que termina, para Bauman (2013 b) toda muerte
supone la pérdida de un mundo, una pérdida para siempre, irreparable, pero
corresponde a los vivos mantener viva la esperanza.
En este sentido, la ética del cuidado puede ayudar a mantener viva la esperanza,
reconocer que involucra a todos, porque el cuidado no sólo es una tarea de las
mujeres, Gilligan lo plantea de manera acertada e incorpora la voz de las mujeres con
gran astucia, “la ética del cuidado y su interés en la voz y las relaciones es la ética del
amor y de la ciudadanía democrática. También es la ética de la resistencia al daño
moral” (2013, p.14), hacia aquellas personas a quienes se les asigna esta gran labor.
La ética de cuidado cuestiona la imposición moral construida desde el patriarcado, “la
implicación de los hombres en los trabajos de cuidados es un tema que hay que
abordar, porque no es solo una cuestión de justicia vinculada a la equidad de género,
sino también un imperativo social debido a las crecientes necesidades de cuidados”
(D´Argemir Cendra, 2016, p.11) que requiere el trabajo conjunto de hombre y mujeres,
así como el trabajo intergeneracional.
La ética del cuidado tiene que ir de la mano con una pedagogía del cuidado de
las personas, donde todos sean partícipes en tarea de la reproducción de la vida,
porque “no hay formas universales del cuidado, sino formas concretas, específicas,
en las que se determinan los quiénes, los qué, los cómo y los para qué del cuidado
de la vida” (Inclán, 2016, p. 29). Aquí la importancia de la ética del cuidado, porque la
pedagogía del cuidado “recuerda que comer bien, vivir dignamente, que soñar, que
desear, no es privilegio de unos pocos, sino responsabilidad de todos los que
apuesten por la reproducción de la vida y por el cultivo de identidades sociales”
(Inclán, 2016, p. 29) y la ética del cuidado permite orientar la acción de las personas
en un marco de libertad a favor de la humanidad sin cargar la tarea a un solo género
y dentro de las universidades no sólo a unas personas.
Promover la ética del cuidado entre alumnos universitarios se convierte un
referente tanto en su vida personal como profesional sobre la importancia del cuidado
en la reproducción de la vida en un contexto de libertad, donde la humanidad es el fin
no un medio, aquí el llamado de Boaventura De Sousa (2020), cuestionar la forma en
que se ha vivido para construir otras posibilidades. La ética de cuidado deberá tener
un papel más relevante en la sociedad e ir de la mano con una pedagogía del cuidado,
Bauman acertadamente señala que el estado del mundo puede ser diferente y
depende en la medida de lo que uno haga, más que la influencia que el estado del
mundo puede ejercer en lo que hacemos o dejamos de hacer: pasado, presente y
futuro (2017, p.68), es necesario incluir la ética del cuidado en los espacios de
educación superior más allá de la COVID-19.
Los protocolos de bioseguridad desde el taller de intervención comunitaria
promueven una pedagogía del cuidado, se aborda el tema de la ética de cuidado, se
conformaron equipos de cuidado y comisiones para dar cumplimiento a los protocolos,
porque la ética de cuidado se basa la acción de las personas, se reconoce que no
todos los alumnos universitarios comparten los mismos códigos de cuidados, se
puede partir de los valores indispensables para alcanzar la madurez moral que señala
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Revista Científica Retos de la Ciencia. 6(12), pp. 1-12
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Cortina: “justicia, autonomía, responsabilidad y compasión” (2013, p.46), como una
práctica de libertad.
Incluir la ética de cuidado permite promover una pedagogía del cuidado en el
cumplimiento de los protocolos de bioseguridad, a través de la conformación de
equipos y comisiones los alumnos y profesores son responsables del cuidado de sí y
de los demás. Los protocolos se cumplen de mejor manera porque establecen los
códigos de cuidado que conllevan a una práctica de libertad dentro de la vida
académica. Los alumnos son capaces de identificar y corregir acciones que pueden
poner en riesgo la seguridad, por ejemplo, antes de la práctica un estudiante presentó
síntomas, a pesar de no tener temperatura optó por seguir el protocolo de
bioseguridad que señala que no se puede asistir, fue consciente que podía poner en
riesgo al grupo y la comunidad, lamentablemente sus síntomas dieron positivo, desde
la ENES se les da seguimiento a los casos, la recuperación del estudiante ha sido
favorable. Por su parte, los equipos de cuidado no reportaron ningún síntoma o caso
de COVID entre los asistentes durante los quince días posteriores. Los alumnos
reconocen la importancia de seguir los protocolos de bioseguridad y que sus acciones
individuales repercuten o favorecen en el cuidado, los equipos de cuidado y
comisiones agilizaron y facilitaron el cumplimiento de los protocolos.
CONCLUSIONES
La pandemia por COVID-19 en México ha cobrado la vida de miles de personas,
dejando vacíos en las familias y visibilizando el cuidado más allá de la esfera familiar,
colocando en el ámbito blico como una responsabilidad de todos. Aunque aún se
puede observar a personas que no cumplen con las medidas básicas de cuidado, es
necesario fortalecer los protocolos de seguridad a través de la ética de cuidado,
respondiendo al llamado que no sólo es tarea de unos cuantos, sino de todos.
La apuesta es reducir el número las pérdidas por COVID-19, si bien el proceso
de vacunación sigue avanzando, el virus continúa y no desaparecerá, se tendque
aprender a vivir con él, mientras el cuerpo humano se hace resistente en su totalidad,
el cuidado sigue siendo el mejor antídoto, implica el cuidado de uno mismo y de los
otros, se requiere de una pedagogía del cuidado y aquí las universidades son bastión
para lograrlo, a través de la diversidad de actividades que realizan, cada espacio se
visualiza como una oportunidad para llevarla a cabo, se trata de una educación cívica
orientada a la solidaridad y cooperación para el cuidado de todos.
Durante la pandemia se han generado varias alternativas posibles para continuar
funcionando como sociedad, por ejemplo, la virtualidad se hizo parte de la vida de las
personas, la solidaridad de los vecinos ante las familias que resultaron contagiadas,
las estrategias de cuidado tanto en la esfera privada como la pública, entre otras,
muestran la resiliencia que también se genera y se fortalece para enfrentar la
pandemia, existe un código ético que permite enfrentar de mejor manera las
dificultades que se presentan.
El compartir y conocer la diversidad de alternativas que han surgido durante la
pandemia, conlleva a reflexionar y actuar de una mejor manera, pensando en el bien
común y no solo de unos cuantos, es una práctica de libertad en la que todos pueden
ser partícipes. Se presentó una experiencia de tantas que se desarrollan dentro de
las universidades, sobre las implicaciones que tiene la pandemia en la vida
universitarias y las estrategias que se han implementado para continuar con su labor,
la tarea no ha sido sencilla, se apuesta a fortalecer las estrategias de enseñanza y
aprendizaje ante contextos de aislamiento social.
Rosalba Contreras / María Loza
Ética del cuidado en entornos de educación superior ante la COVID-19
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