lamentablemente, la responsabilidad queda en manos de algunas personas, porque
existe una distribución desigual, si bien, todas las personas en algún momento de su
vida requieren de trabajo de cuidados, no todas las personas lo hacen.
El trabajo de cuidados son todas aquellas actividades que permiten satisfacer la
necesidades básicas y cotidianas de aquellas personas que no pueden valerse por sí
mismas, como los niños, los enfermos, los adultos mayores, etc., “el trabajo de
cuidados remite a todas aquellas actividades que tienen por objetivo la satisfacción
de las necesidades básicas y cotidianas de otras personas” (Carrasquer, Torns y
Grau, 2015, p.113), esta gran responsabilidad recae en gran medida en las mujeres
ocasionando “repercusiones negativas en las trayectorias laborales y sociales a lo
largo de sus vidas” (D´Argemir Cendra, 2016, p.11). porque reducen las actividades
vinculadas al ocio que son una la ventana que dan sentido a la vida, en la medida que
abren otras posibilidades de vida (Callejo, 2015, p.171), ante la carga del trabajo de
cuidado no es posible desenvolverse en otros espacios.
Esta situación se complejiza con la pandemia, “la cuarentena será particularmente
difícil para las mujeres y, en algunos casos, puede ser peligrosa. Las mujeres son
consideradas «las cuidadoras del mundo», prevalecen en la prestación de cuidados
dentro y fuera de las familias” (De Sousa, 2020, p.46). En el caso de la comunidad de
San Juan de Abajo, el trabajo de cuidado se ha incrementado para las mujeres, tienen
la responsabilidad de asistir a sus hijos en educación básica en sus clases en línea,
otras tienen que buscar en la comunidad quién pueda compartir la señal de internet
para que sus hijos puedan tomar sus clases, otras más se han incorporado al empleo
temporal, sin dejar el trabajo de cuidado y en algunos casos son apoyadas por otras
mujeres.
Entre una de las lecciones que deja el virus, es que el colonialismo y el patriarcado
están vivos y se fortalecen en tiempos de crisis aguda (De Sousa, 2020, p.72), pero
al mismo tiempo, abre la posibilidad de repensar y actuar hacia otras posibilidades,
como el cuidado, “si la actitud cuidadora pertenece al ser más profundo de los seres
humanos y hunde sus raíces en su ser animales, es evidente que debe ser propia
tanto de mujeres como de varones” (Cortina, 2013, p. 45), el cuidado como una tarea
de todos.
Pensar el trabajo de cuidados no sólo en la familia, sino en la esfera pública y
privada implica una nueva forma organización social de los cuidados, “supone una
ruptura epistemológica respecto a los usos anteriores del concepto de cuidado, que
se limitaba a la esfera familiar, a las emociones y a la identidad de género” (D´Argemir
Cendra, 2016, p.12) y el cuidado de sí mismo. La pandemia también muestra la
ausencia del cuidado de sí mismo de algunas personas con enfermedades
comórbidas y que generan una carga familiar, solo por el hecho de no cuidarse a sí
mismas o no tomar las medidas de prevención o control. El cuidado de sí mismo es
una práctica de autoformación del sujeto, es el ejercicio de uno sobre sí mismo
mediante el cual se intenta elaborar, transformar, y acceder, a un cierto modo de ser,
ocuparse de sí, cuidar de sí, permite conocerse, el cuidado es una práctica de libertad
(Foucault, 1984). El cuidado como práctica de libertad en la pandemia, es cuidar de
sí mismo y al mismo tiempo conlleva al cuidado de los otros, reduciendo el número
de contagios y muertes, las medidas sanitarias más que una condición de control es
la forma de retomar las actividades suspendidas y volver a retomar los espacios que
permiten ejercer la libertad.
De acuerdo a Foucault (1984), la libertad es la condición ontológica de la ética;
pero la ética es la forma reflexiva que adopta la libertad, el cuidado como práctica de
libertad. Cortina señala que la ética también sirve “para recordar que los seres